No había tiempo que perder, Tong Yan decidió retirarse y correr. Para ese momento, el presidente Han había empezado una investigación inicial para saber que pasó. No podía dejar que nadie encontrara un rastro que los guiará a ella. De seguro Sun Feiyan no iba a darle una mano para ayudarle. Ahogó un sollozo e intentó no desmoronarse, mientras que iba por el pasillo de afuera para encontrar la salida más cercana.
Mientras que Tong Yan estaba ocupada intentando averiguar cómo podía salvarse, la víctima reacia de ella estaba esperando a que los jueces se fijaran en la torta de ella. Los agotados nervios de Lu Xinyi saltaban todos juntos y en todas las direcciones: flexionaba los dedos, los enroscaba y los desenroscaba.