Leroy estaba tan sorprendido como Cati. Sus ojos incrédulos miraban a la persona que estaba tras la mujer.
—Se supone que estás muerto.
—Sigo diciendo que llevo años muerto, pero nadie me cree. Verás, no puedes asesinar a un muerto —replicó Malfo con una mueca, alejando la espada de Leroy.
Cati retrocedió para quedar junto a Malfo, mirándolo sorprendida y feliz de que estuviera vivo. ¡Malfo estaba vivo! Vio que el guardia avanzaba hacia él, blandiendo su espada sin parar. La espada de Leroy cortó el brazo de Malfo.
—Nada mal —dijo—, pero estás oxidado.
—Sólo calentaba —replicó Malfo antes de escupir.
Esta vez, Malfo se movió con rapidez. Sus movimientos eran fluidos y las espadas chocaban constantemente, causando chispas.