¡La comida estaba deliciosa! Era exquisita y llena de ingredientes, como si la estuviera hecha para elites.
El Señor Alejandro era nada sino generoso, pensó Cati. Dios bendiga el alma de su madre.
Una vez que terminaron con la comida, que fue preparada para el servicio de la mansión, Cati y el resto volvieron al trabajo.
En el camino, algunas frotaron sus palmas y manos, debido a la baja temperatura. Como la habitación de los sirvientes estaba bajo la mansión, bajo tierra, la temperatura era mucho más fría.
Cati vio a Dorothy temblar, a pesar de haberse cambiado en un vestido limpio. No como ella, que seguía con la misma ropa. Dorothy contrajo sus cejas, abrió la boca y dejo salir un estornudo seguido por otro.
―¡Maldito clima! ―dijo, frotándose la nariz con el revés de la mano.