—Mayor Han Shan... —murmuró Meng Hao.
Tenía la espada de Han Shan, la jarra de Han Shan, y en su brazo derecho un tatuaje tótem hecho con el suelo Frígido de Han Shan. Estas eran todas cosas físicas. Sin embargo, en lo profundo del corazón de Meng Hao existía la imagen de Han Shan y su esposa.Esa imagen no era desolada ni solitaria. No había confusión, solo un esposo y una esposa, acompañándose mientras se alejaban en la distancia.
—Yo, Meng Hao, juro solemnemente un voto aquí en el Reino de las Ruinas del Puente. Si en esta vida llega el día en que pueda sacudir este Puente de la Pisada Inmortal, ¡sin duda recompensaré esta bondad!
Dentro del viento extremadamente frío, Meng Hao se tomó de las manos, miró hacia los espectros de los Esclavos del Puente y se inclinó profundamente.Para Meng Hao, sus principios exigían que pagara la bondad. ¡Las bondades que se muestran nunca podrían olvidarse!