Dentro de una habitación brillante y espaciosa, había un espejo de cuerpo completo.
Era más alto que una persona, y a los costados, estaba decorado con hojas negras que contrastaban con la madera de abedul de color blanco. Tenía además distintas piedras preciosas de colores incrustadas en los bordes, lo que lo hacían sumamente extravagante.
En aquel momento, un joven con un traje que finalizaba en dos puntas se reflejaba en el espejo. Detrás de él, algunas criadas se ocupaban de estirar el atuendo de su Maestro.
Luego de ordenarlas, el joven hizo un gesto con la mano para que las criadas se fueran y lo dejaran solo en la habitación.
Juzgó su figura en el espejo: un físico de media altura de talla delgada. Su pelo era color marrón y su piel era algo pálida. Podría decirse que su semblante era delicado, pero el brillo en sus ojos mostraba que tenía una mente muy activa.