—¿El Plano Divino de la Luz? Cierto —Linley respondió y rio—. Justo ahora, cuando estábamos viendo la batalla de esos dos Jefe Soberano, tuvimos que retrasarlo un poco.
—Vámonos ahora, entonces.
Augusta sonrió de manera amistosa, como si estuviese a punto de invitar a su amigo más cercano.
Pero entre Linley y Augusta, claramente existían múltiples enemistades.
La primera era que los ancestros de Linley habían sido asesinados por Augusta. La segunda era que Beirut y Augusta también tenía enemistad entre ellos. La tercera era que cuando Linley era un Dios Altivo, Augusta lo había amenazado para obligarlo a entregar las nueve perlas espirituales, y quería matarlo. Afortunadamente, apareció el Jefe Soberano de la Destrucción.
Pero en ese momento, parecía como si los dos hubiesen olvidado todas esas cosas.
—Jaja, vámonos juntos.
Linley rio, y así acompañó a Augusta a volar de regreso hacia la distante Montaña Flujo de Aire.