Después del ejercicio, Phyllis, una vez más, llegó al castillo de Roland acompañada por Agatha.
Cuando entraron a la oficina, ella notó que Roland Wimbledon tenía la misma expresión que la última vez. No mostró ninguna satisfacción en sí mismo, como si el ejercicio no fuera más que un asunto insignificante en sus ojos.
Sin embargo, Phyllis sintió que la importancia de esta persona común sentada detrás de la mesa de caoba aparentemente había crecido mucho. Ella inconscientemente se dirigió a él con honoríficos. —Su Majestad, por favor, permítame hacerle algunas preguntas antes de contactar a las brujas de Taquila.
—Adelante —Roland asintió.
—¿Pueden las armas que demostró, ser producidas en masa?