La puerta de la sala se cerró. Sin embargo, todavía se podía escuchar vagamente la conversación en el interior:
—Papá, Nora es... —dijo Lisa.
—¡No digas su nombre! ¿Qué tan bien la trataba tu madre? La trataba como si fuera su hija, pero ¿en qué se diferencia ahora de Henry? Se aferra tan obstinadamente a la compañía y se queda de brazos cruzados mientras tu madre muere.
—No digas eso de Nora. Ella no hace nada porque sabe que es inútil aunque se desprenda de la empresa. No descargue su ira en otra persona... —dijo Irene.
—¡Lo sé, pero me siento tan mal cuando la veo tan indiferente! —De repente, Will no pudo aguantar más y empezó a sollozar con amargura.
Nora, que estaba fuera, podía sentir su impotencia y su ira incluso a través de las ventanas de cristal.
Henry se puso detrás de ella y preguntó: —¿No te sientes mal? Por el bien de una empresa, ¿vas a despreciar la vida de tu tía?