Sentado en el balcón, Archer se maravillaba ante las impresionantes vistas del dominio ante él. Majestuosas montañas se erguían en la distancia, mientras que ríos se serpentearon graciosamente a través de la tierra.
Cada día en este mundo traía nuevas maravillas, y se había acostumbrado a lo inesperado.
Pero al mirar hacia arriba, Archer notó que el cielo todavía estaba oscuro. Unas pocas estrellas relucían, rehusando a ceder a la llegada del amanecer.
Pensamientos sobre por qué había sido elegido por la misteriosa mujer que lo trajo aquí cruzaron brevemente su mente.
Sin embargo, desechó el pensamiento con un encogimiento de hombros. Estaba agradecido por la segunda oportunidad y la alegría de conocer a Ella y Teuila.
Con la primera luz del alba en el horizonte, Archer fue testigo de una transformación impresionante. El cielo se iluminó con vibrantes tonalidades, pintando una obra maestra celestial.