Kenny me llamó furiosamente, por lo que salí de mi habitación, a ver que pudo pertubar su paz. Estaba en la terraza muy malhumorado.
—¿Qué sucede, Kenny?—
—¡Otra vez! ¡Otra vez vino ese jodido ex tuyo!— Apuntó al nombrado, que esperaba apoyado en su auto abajo.
—¡Ahajaja!— Me reía, porque Kenny ya había perdido toda su paciencia y solo habían pasado dos semanas. —No soy fácil de superar ¿Ya?—
—¡No me vengas con tus bromas y haz algo con ese tipo! Estoy cansando que espíe desde ahí abajo como una cucaracha—
—Y yo que creía que querías ser su amigo, lo invitaré a pasar— Él se puso pálido con lo que dije.
—¿Es que acaso no puedes respetarme un poco?— Ya lloraba de la indignación.
Bajé para hablarle a Fred. —¿Qué estás haciendo aquí?—
—¡Yo, nada, solo respirar aire puro!—
—Ya... Supongamos que sí. ¿Gustas pasar?— Lo dejé entrar a mi departamento. —No es mi culpa si Kenny aparece con un cuchillo para aniquilarte, si te mata, yo atestiguaré en defensa de él ¿Sabes?—
—¿Y por qué me invitas a pasar, entonces?— Tomé su abrigo, para colgarlo. Y nos sentamos en la mesa, Kenny nos sirvió café.
—Ya han pasado dos semanas... No se va anular el compromiso si sigues viniendo— Aclaró el alpha. —¿Se puede saber por qué interrumpes la vida de dos comprometidos?—
—¡No puedo fiarme de tí!— Exclamó. —Quién sabe que cosas raras le podrías hacer a Elián— En realidad, es más bien al revés.
—Para que lo sepas, lo cuido mil veces mejor que tú, soy paciente con él, incluso acepto la relación que tuvieron. A diferencia de tí, que no sabes más que estresar a Elián— Dijo Kenny con su postura arrogante.
—¡¿Así?! ¡Pues, yo conozco a Elián mucho mejor que tú!—
—¿Y qué? Yo soy su prometido, tenemos el resto de la vida para conocernos— Bebió de su café.
—Pff... ¡Las tonterías por las que pelean!— Carcajeé.
—¡Tú eres el principal problema!— Me acusaron al mismo tiempo.
—¿No pueden llevarse bien como mi esposo y mi amante?—
—¡Se supone que el esposo y amante no deben conocerse!— Gritaron, dándome gracia su simultánea manera de hablar. Casi me caía del asiento de tanto reír. Ellos sonrieron al ver mi humor.
El timbre sonó, así que Kenny se dirigió a abrir. —¡Yahoo~!— Se escuchó decir a Sieg. —¡Oh, Fred también está aquí! ¡Genial!— Nos besó a los dos en la mejilla. —Elián, traje unas cosas para que me ayudes como mi dama de honor— De su bolso sacó unos archivadores y un montón de revistas. —¡Vamos a hacer la boda justo aquí!— Señaló.
—¿Un parque?— Miré las fotografías archivadas. —Me gusta que sea al aire libre— Opiné. —¿Estos son los posibles adornos?— Observé la selección de sillas, altares y mesas.
—¡Sí! ¿Cuáles creen que se adapten mejor?— Fred y yo comenzamos a separar y decartar las posibles opciones. Escogimos hasta los centros de mesas. Y nos llevó toda la mañana seleccionar a los invitados. No nos dimos cuenta cómo pasó el tiempo y ya era hora del almuerzo. Kenny nos preparó a todos la comida.
—¿Cuándo se casarán?—
—En 5 meses— Sonrió.
—Es muy pronto. ¿Tenían la boda prevista de antes?—
—¡No, pero estamos tan emocionados por casarnos, que queremos que sea lo más pronto posible!— Sieg dispersó un perfume de enamorado por la cocina.
—Y todavía hay que preparar la despedida de soltero— Intervine.
—Confío en tí, Eli. Sé que sabes como divertirte— Guiñó un ojo, soltándome un sonrisa un poco forzada.
—¿No estaría bien celebrarla en tu bar o en el de tu hermano?—
—Ya que mi hermano se ocupa de los alphas, estaría bien ese lugar— Pensó.
Al terminar de comer ordenó sus cosas. —¡Vendré otro día por tí Eli, todavía debo escoger el vestido!—
—Espera, Sieg, te llevaré a casa— Fred se ofreció a llevarlo. Por lo que se retiraron juntos.
—Incluso nos hiciste el almuerzo— Recogí los platos. —Yo lavaré la losa—
—Está bien, me gusta que disfruten de mis comidas— Se sentó en la mesa.
—¿Mañana comienzas con tus estudios?— Él confirmó. —¿Vas a hacer un curso o irás a la universidad?—
—Haré un diplomado de alta cocina, entrar a la universidad solo me retrasaría. Además, un diplomado solo dura un año—
—Eh~ Eres muy confiado. Bueno, eso es lo genial de estar casi en tus 20— Sequé y guardé cada servicio, con algo de ayuda de Kenny, que colocó los platos en el lugar más alto. —¿Te ocupara la mayor parte del día la escuela de gastronomia?—
—No, solo tendré clases en la mañana los días de semana, teniendo el viernes libre. Los sábados tengo clases por la noche, así que llegaré tarde a casa— Respondió. —Te dejaré la cena lista los días sábados—
—No te preocupes, puedo salir a comer o pedir por teléfono—
—¿Seguro? Solo ten cuidado cuando no esté—
—Antes de que llegaras estaba bien cuidado ¿Ya?— Él se puso rojo. —Ahaja, ya actúas como todo un marido. Qué desperdicio el que te cases conmigo—
—¿Qué? ¿Por qué?—
—Otra persona podría adecuarse a tus necesidades— Él llamó mi atención ordenando unos mechones de pelo, que cayeron a mi cara.
—Pero, tú cumples con mis necesidades— Se acercó a besarme.
—¡El sexo no cuenta!— Lo alejé.
—No me refería a eso... Tu presencia es suficiente, además siempre pláticas y me acompañas. Creo que una persona llene tu soledad es mucho más importante que cualquier otro aporte de servicio. Y de todos modos nos dividimos las tareas. ¿No?— Tomó mi mano besándola elegantemente. —Además, el que aceptes mi afecto me hace sentir bien— Sonrió orgullosamente. Me ruboricé con su gesto y ego esporádico.
—¡Ah, no puedo contigo!— Escondí mi rostro tras mis manos. Kenny fácilmente atravesaba mis barreras volviéndome vulnerable. Y nublaba mis pensamientos solo resaltando mi ruidoso corazón. —Iré a trabajar— Me encerré en mi habitación. Dejándome caer sobre la silla del escritorio. El departamento es tan pequeño que siempre nos topamos, y ya verlo hace que mi corazón quiera explotar. ¡Es malditamente atractivo! Y ya está haciendo acercamientos como los de recién... ¡Ya, cálmate, Elián! Me golpeé las mejillas.
Julen hizo un excelente trabajo en las filmaciones, así que nos tomó menos tiempo del esperado terminar la grabación. Ahora, mi verdadero trabajo está en la edición del vídeo. Era un poco frustrante ver la cara de Julen a cada rato. No sé como soporté medio mes con él. Aunque, por ahora parece que se ha rendido conmigo. Dejé procesando el vídeo y me fui a estirar sobre mi cama.
¿Cuándo fue la última vez que estuve tranquilo? Olvidé lo que significaba amar a alguien, y no quiero saberlo. Tal vez, amé a Fred. Él estuvo siempre para mí, pero puede que esté confundiendo su amabilidad y amistad con algo más. Por su puesto que lo quiero, y me gusta, pero no sé si podría decirle que lo amo. No soy capaz de renunciar a todo por él. Al final, termino corriendo de todos como un cobarde. —No soy nada fuerte...— Justo como en aquel entonces, no he cambiado nada...
Me gustaría regresar a cuando todos eramos una familia feliz, pero soñarlo, me convertiría en un hipócrita.
Mis hermanos solían cuidarme, me recogían después del colegio y me enseñaban muchas cosas. Solíamos jugar Béisbol juntos, de los tres, Franchesco era el mejor bateador, Cyer atrapaba muy bien la pelota. Y yo corría muy rápido, aún recuerdo los gritos de mis hermanos cuando me animaban. Mis padres me llevaban de la mano en los días de campo, y compartiamos el pan alegremente. Los seis la pasábamos muy bien juntos. Hasta el día que mi madre murió.
—¡Ha colapsado!— Se oyó al comentarista. —¡Por favor, traigan a un médico!—
—¡Mamá!— Grité. La multitud no dejaba pasar en las gradas, todos se acercaron más al ring. Mis hermanos me tomaron. Yo continuaba gritando. Cyer me abrazó y me tomó en brazos. Poco después mi madre murió, yo tenía solo 10 años entonces. La atmósfera de la familia cambió drásticamente. Cyer continuó siendo cercano, pero se volvió sobreprotector conmigo. Franchesco empezó a distanciarse, se tiñó el pelo, y comenzó a salir de fiesta. Mientras, papá, apenas lo veía.
Por lo que en mi paso de mi niñez a la adolescencia solo recuerdo a Cyer cuidándome. Cuando cumplí los 12 años me llegó el celo, justamente fue Franchesco quien me descubrió en ese estado, y como el imbécil que se convirtió decidió violarme. Ninguno de los empleados me auxilió, y mi padre solo me observó con sus fríos ojos al pasar. Fueron Cyer y Jack quienes los sacaron a golpes de encima mió. Así empezó una rivalidad entre nosotros. Extrañamente a Cyer no le afectaba como a los demás alphas mi celo, seguramente porque Jack andaba cerca.
Después de tal experiencia traumática empecé a ver a todos con rencor. A la misma edad entré a una escuela para omegas, lo que me causó un complejo de inferioridad. La escuela omega era un lugar horrible, donde te enseñaban a ser sumiso. Aunque en ese lugar, conocí a Sieg, iba en la clase de al lado, así que él alegró un poco mi vida. Al igual que yo era un poco rebelde, pero su ideal era casarse con un buen alpha y convertirse en una buena esposa, así que aveces peleábamos, porque yo no quería nada que ver con ello.
Ya que la escuela empezó a molestarme tanto como mi hogar, empecé a escaparme y ahí fue cuando conocí a Leo. Yo tenía alrededor de 14 años cuando lo conocí. Un niño que se enamoró a primera vista de mí. Nos consolabamos mutuamente, porque él también tenía problemas con su familia. Era hijo único, y su padre trabajaba mucho, mientras su madre no tenía el menor interés en él. Para un niño de su edad debió ser difícil estar tanto tiempo solo, por lo que hacía todo por reconfortarlo.
Luego comencé a asistir al gimnasio de los Rous, impartían distintas clases deportivas. Yo estaba inspirado por mi madre, así que obviamente iría al mismo lugar que él fue entrenado. Sieg también empezó a asistir, ya que se obsesionó con la idea de obtener un mejor cuerpo. Ahí conocí a Jake y Fred. Nos hicimos amigos rápidamente, junto al hermano mayor de Sieg, Casimiro. Pasé con ellos 5 años, luego el grupo se separó por lo que me hizo Casimiro. Así que nos convertimos en solo cuatro. Sin embargo, no duró mucho tiempo, a los 20 me retiré del club deportivo, porque mi padre no permitió que continuara.
Y de mal en peor, Leo se mudó lejos, y no lo he vuelto a ver. Queriendo mantener mi pasión viva, decidí ayudar a un pequeño grupo que se reunía a jugar béisbol, por diferentes causas. De entre ellos, Julen, a quién le enseñé a jugar y a desatar el estrés en el campo de juego. Él era un omega con una mala personalidad, persona que le hablaba, él lo insultaba. Tenía una lengua muy puntiaguda, pero aquello solo me hizo quererlo más, me recordaba a Fred su insolencia y a Leo su rebeldía. Así a los 21 se convirtió en mi pareja, cosa que duró dos años. Cuando terminamos quedé devastado, porque arruiné su carrera y cada uno de sus sueños. Fred y Sieg me animaron y me obligaron a salir a tomar aire fresco, antes de quedarme haciendo un nido con las ropas de mi ex.
A los 24 comencé a salir con Fred, aunque siempre fue una extraña y desequilibrada relación. Ese es el resumen de mi desastrosa vida.
Ahora, con 25 años, estoy obligado a casarme con un exótico alpha respetable. Agradeceré eternamente el hecho de que no es un tipo desagradable. Sin embargo, esto no era lo que quería... ¿Casarme? ¿Tener hijos? No es como si hubiera pensado en hacer algo así. Digo, mi sueño fue destruido completamente, así que no tenía ningún motivo para seguir viviendo, a parte de escapar del apellido de los Rosset.
Me encogí sobre mi propio cuerpo, no quiero casarme, y mucho menos arruinar la vida de Kenny concediendole un hijo a sus 19/20 años.
Kenny tocó la puerta, al ver que no contestaba, la abrió. —¿Elián?— Se asombró al verme encogido en una esquina de mi habitación. —¿Por qué estás en ese estado?— Se tapó la nariz. —¡Tu esencia está sobrecargada de frustración!— Se agachó a abrazarme. —Elián, sé que eres muy fuerte, y que puedes salir adelante solo. Pero, todos necesitamos ayuda. Así que pon un poco de carga en mí. Déjame ayudarte—
—¡No quiero hacerlo! Tú vas a dejarme muy pronto... Eres más joven que yo, así que todavía te quedan muchas decisiones por tomar. Te aburrirás de mí enseguida una vez nos casemos. Y no puedo... Simplemente no puedo— Desbordó mi dolor y mi miedo. Me encontraba tiritando por la presión.
—Elián... Dame un año, para que confíes en mí. ¿Nos casaremos dentro de un año, no? Entonces, creo que ese tiempo será suficiente para saber las preocupaciones del otro— Su esencia fresca como la lluvia, al igual que un campo de hierba empapada. Era una escencia protectora. —Yo juro darte la protección que nadie más te dió. Déjame ser tu escudo. ¿No es eso lo que hace un alpha por su omega? Darle seguridad— Sus ojos me observaban con ternura.
—¿Por qué haces todo esto por mí?—
—¿Tu prometido necesita alguna razón para cuidar de tí?— Irradió gentileza. Si continúa así, terminaré enamorado de Kenny.
—Kenny— A unos centímetros, nuestros labios se tocaron. Él me levantó del suelo, dejándome contra la pared de la habitación. Esta vez sus ojos me miraban con ferocidad, pero aún continuaba su calidez en ellos.
—¿Puedo sostenerte nuevamente...?— Sus mejillas se pusieron rojas. Realmente a un alpha le cuesta trabajo esconder sus instintos sexuales.
—Tienes todo el permiso como mi prometido— Me besó bruscamente. Y sus manos se movilizaron torpemente. Me reí con ello. —Tenemos todo el día— Susurré en su oído. —Relájate, no iré a ningún lado— Tragando saliva, volvió a moverse, pero con más confianza. Le saqué su polera y él abrió mi camisa. Besó mi torso y jugueteó con mis pezones. —Ah...— Su boca se divertía con ellos. Luego, fue moviéndo en círculos sus dedos sobre ellos. —Mhm...— Me estimulaba. Y sus manos bajaron hasta mi trasero, aferrándome a su cuerpo. Su gran miembro ya estaba despierto y frotándose contra mí bajo los pantalones. Desabroché su cinturón, dejando caer los pantalones, al igual que los míos. Mientras, me besaba con su escurridiza lengua. —¿Crees que unos condones XXL te sirvan?—
—Probemos— Lo senté sobre mi cama y saqué de un cajón la caja nueva de condones. —¿Ya tenías esto en mente?—
—Hay que ser precavidos, a menos que quieras hacerte cargo del embarazo— Tapé su boca antes de que respondiera. —Y no me digas que sí— Me ruboricé, y él me sonrió. Una vez cupo el condón, me deshice de mis boxers y me introduje su miembro. —Nhhg... Ah, es tan grande... Todavía no me acostumbro a él— Nos costó hacer que entrara, pero cuando entró me vi llenado hasta el útero.
—¿Puedo moverme?—
—Ve despacio— Me sujeté por sus hombros. En cuanto nuestras caderas se movieron no evité gemir. —Ah...— Suspiraba lentamente, abrazándome al cuerpo de Kenny. Empecé a moverme más aprisa. —Kenny... Ahh... Kenny—
—Espera... No es justo que te muevas así— Me dejó sobre la cama y mirándome con agitación, fue penetrandome. Elevé mi voz, no podía reterla, y mucho menos articular alguna frase. A los minutos fue aun más fuerte.
—¡Ah, no! ¡Kenny, más... Despacio!— Hizo todo lo contrario, darme la vuelta, para tomarme de la cintura y llegar más profundo. —¡AH! ¡Está... Está muy adentro!— Entre lágrimas y gritos de placer estaba. No había lugar a los pensamientos. Solo sentía los lugares que Kenny tocaba y penetraba. Sitios que ardían con intensidad.
Volvió a cambiarme de posición. —Quiero ver tu rostro— Era lo que menos quería que viera. Me tomó por las manos, para que no ocultara mi lasciva expresión. Entonces, sentí que creció su pene en mi interior.
—¡Ahh, noo! ¿Qué haces? ¡Duele!— Me agarró por atrás, elevándome, continuando como una bestia. Nuestras lenguas se entrelazaron, poniéndose más caliente.
—Me voy a venir— Lo abracé con fuerza, llegando al orgasmo. Sin embargo, él continuó aún peor. —¡Ahn! ¡Para, ah~! ¡Ya basta, bestia!— Parecía no escucharme. —Ahm... Ah— Me derretía en la lujuria, casi adormeciendome. Me estaba quitando todas mis fuerzas. Volvió a dejarme sobre la cama. Ahora rechinaba con la fuerza que ejercía, sin mencionar los gritos que daba con cada una de sus embestidas. Me iba a venir de nuevo. Esta vez me vine tanto por mi miembro como por mi trasero. Pronto él se vino eyaculando por alrededor de un minuto, se derramó hasta fuera del condón. —Estás loco...— Los dos caímos rendidos sobre la cama. Había dejado el condón en un estado ultra viscoso. —¿Todos los alphas dejan el condón así?—
—Eso... Depende de los sentimientos del alpha— Lo miré intrigante.
—¿Tenías todas las ganas de hacerlo conmigo, no?— Sonreí agotado. —Es la primera vez que alguien me hace venir—
—¿Eso significa que soy bueno?— Se exaltó.
—No significa eso— Reí molestándolo. —No tienes nada de delicadeza, aunque no me importa, mientras se sienta bien— Traté de levantarme, pero me dolía mi trasero. —Creo que no podré pararme hasta mañana—
—Podemos cenar aquí, compré una de esas mesitas—
—¿Así que te preparaste de antemano?—
—¡No, no quise decir eso!— Me reí de su cara rojiza. Y le revolví el cabello. —Entonces, esperaré a que mi futuro esposo haga la cena— Casi se va corriendo con lo que dije y yo continuaba retorciéndome de la risa. Era doloroso reír con todo el cuerpo adolorido. Pero, no evitaba el impulso de molestarle era tan adorable.