Marissa estaba sentada en el suelo abrazando sus rodillas con fuerza, intentando contener las lágrimas que sacudían su cuerpo.
—¡Marissa! ¡Contrólate! ¡Deja de llorar! —no pudo detener el sollozo que escapó de sus labios aun después de escuchar la severa voz de Sofía.
—Sofía…
—Marissa. Se suponía que algún día volverían. ¿Recuerdas? Ya hablamos de eso.
—Sí, lo sé. Pero ahora mismo, no creo estar preparada... No estoy mentalmente preparada para nada.
—Pero necesitas estarlo, Marissa. Ya no eres aquella chica ingenua a la que esas mujeres viles engañaron. Ahora eres una sexy madre de tres hermosos niños. Necesitas ser muy fuerte, Marissa.
—Yo... Yo no sé de qué están hablando ahí dentro... p... pero... Sofía... ¿cómo voy a enfrentarlas?
—Oh, Marissa. Ojalá pudiera estar ahí para abrazarte, chica. Lo siento mucho. ¿Puedes por favor dejar de llorar? ¿Hay alguna botella de agua cerca?