—No esta noche, cariño, no puedo tocarte hasta que confirmemos que estás bien con el doctor —dijo junto a sus labios temblorosos para tragárselos de nuevo. Su miembro duro rozaba sus muslos y Anna quería más que nunca que estuviera enterrado donde pertenecía.
Entre sus piernas.
Ella lo deseaba locamente.
—Te deseo, Noah —dijo ella para escucharlo gruñir.
—Lo sé —Noah dijo junto a su oído, succionando su lóbulo. Él la deseaba tanto también, y odiaba no poder tenerla todavía. No todavía, ahora estaban esperando un hijo.
—Entonces, ¿por qué no puedes tocarme? —preguntó Anna. —No lo digas de esa manera, te deseo más que a nada pero necesitamos confirmarlo con el doctor primero para asegurarnos de que estás bien. Estaremos allí por la mañana como él pidió.