—Está bien señorita Sui, probemos sus habilidades —dijo Damien después de todas las largas conversaciones.
—¿No se quejarían los funcionarios? ¿Todos estos son propiedades del museo? —preguntó Lola mirando fijamente el piano dorado. Lo último que quería en esta ciudad desconocida era ser arrestada por los policías o por alguien por allanamiento. Estaban en un país extranjero y Anna solo tenía unas pocas horas antes de su actuación.
—No hay de qué preocuparse. Nadie entra aquí, excepto los VIP más que tengo pase dorado —sonrió él de manera tranquilizadora y los tensos hombros de Lola se relajaron.
—Estos son regalos que me dieron los fanáticos en aquel entonces cuando tocaba. Hice un acuerdo con el museo y decidí almacenarlos en esta habitación donde nadie entra —ambas damas se asombraron ante sus palabras. Las cosas musicales aquí se veían preciosas, aunque la mayoría parecían artefactos de tiempos modernos, los otros parecían artefactos de tiempos antiguos.