En la amplia habitación.
En la enorme cama.
Jeanne estaba acostada en la cama, mirando a los profundos ojos del Cuarto Maestro Swan. Miró fijamente la herida en su clavícula.
La lesión allí era más grave. El vidrio roto de la ventana del coche penetró directamente en su carne, dejando una herida muy profunda que parecía feroz.
Sus delgados dedos estaban usando yodoforo para desinfectar su herida, poco a poco.
—¿No te duele? —preguntó Cuarto Maestro Swan.
Su voz era baja y profunda.
—Está bien —respondió Jeanne.
—Es bueno que estés acostumbrada a ello.
—Resístelo, de todos modos puedes superarlo. —Pensamientos como este aparecieron en la mente de Jeanne
—Me duele —dijo de repente Cuarto Maestro Swan.
Algo brilló en los ojos de Jeanne.
Desde su ángulo, solo podía ver los ojos bajados de Cuarto Maestro Swan, y sus pestañas eran inusualmente gruesas y enrolladas.
Había una pizca de familiaridad, e incluso la dejó un poco distraída.