Al final, Nial estaba solo en casa y, dado que quería mudarse a Liondra lo antes posible, no podía evitar creer que lo mejor era vender todo lo que le impedía avanzar.
Al mismo tiempo, le resultaba un poco incómodo dejar atrás todo lo que le hacía recordar los grandes momentos que había pasado en esta casa con sus padres, Sabrina e incluso Melvin.
Sin embargo, en lugar de dejar que las emociones se apoderaran de él, su resolución solo se hacía más firme porque Nial pensaba que de todos modos nunca habría podido ver su casa.
Intentaba hacerse sentir menos melancólico porque las personas que le importaban eran las que hacían especiales los recuerdos, no los ladrillos y las paredes.
Incluso si continuara quedándose en la casa, no necesariamente se sentiría mejor.
Por el contrario, la casa sería la clara evidencia de lo que le faltaba; el resto de su familia.
La soledad no era buena, pero al mismo tiempo, podía usarse como combustible para esforzarse más en lograr lo que quisiera.