—Connor, ¿qué... qué estás haciendo?
Freya, presionada contra el sofá por Connor, tenía una expresión inusualmente nerviosa en su cara, completamente carente de su comportamiento habitual inaccesible y distante.
Después de todo, no importa cuán distante e inaccesible pareciera por fuera, al final era una mujer. Finalmente se sometería a un hombre.
—¿Qué crees que estoy haciendo?
Connor respondió con una sonrisa alegre.
—Esto no está permitido...
Freya se revolvió un poco y exclamó con voz suave.
—Eres mi prometida, ¿por qué no estaría permitido?
Él sonrió y desvió su mirada hacia sus tentadoras piernas.
Sus delgadas y claras piernas eran particularmente seductoras.
Curioso por la sensación de estas largas piernas, Connor colocó su mano derecha sobre sus piernas.
Este fue el primer contacto íntimo entre ellos.