—Corrina, ¿no volviste a tu pueblo natal? —Blake gritó confuso.
—Ah, ¿papá, ya volviste?
—respondió Yerba apresuradamente cuando escuchó la voz de Blake.
Después de escuchar las palabras de Yerba, su expresión se volvió aún más desconcertada. Se apresuró a caminar hacia la cocina y descubrió que era ella la que estaba cocinando.
—Papá, date prisa y lávate las manos. Pronto terminaré de cocinar...
—Yerba sonrió dulcemente.
—El sol debe estar saliendo por el oeste hoy. ¿De verdad viniste aquí a cocinar para mí? —Blake dijo con una sonrisa.
Por lo general, Yerba ni siquiera se quedaba en casa con tal de ir a correr por la noche.
Pero hoy, no solo había vuelto, sino que también tomó la iniciativa de cocinar para él. Esto obviamente no era normal.