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Nynf: El Príncipe de los Caídos. Nynf: El Príncipe de los Caídos. original

Nynf: El Príncipe de los Caídos.

Autor: Marye_Rosell_1996

© WebNovel

Kapitel 1: Capítulo 1: El Señor del Invierno.

Era apenas una criatura cuando la conoció por primera vez. Ella no tenía nombre, la encontraron envuelta en cenizas entre los cuerpos de quienes entendió como sus familiares. La encontraron debajo de tablas y rocas que minaban la aldea. Había sido una masacre. Después del nuevo orden en el reino, las creaturas que antes se mantenían detrás del muro, habían decidido revelarse contra las regulaciones pactadas entre vampiros y humanos. La paz había sido quebrada y ahora los humanos se encontraban en el penúltimo lugar de la jerarquía.

Aster miró impasible el cuerpo de un niño tendido en el fango, le habían arrancado los ojos y algunos dedos de las manos. Sus labios estaban abiertos en un grito que todavía se escuchaba en el aire. Todo a su alrededor ardía en llamas, hedía a sangre y a ceniza. Hacía un frío espectral que convertía todo aliento en vaho. Las nubes comenzaron a cerrarse en el cielo nocturno y la lluvia se deslizó melancólica.

Sus hombres ayudaban a revisar el lugar en busca de sobrevivientes, en busca de alguna pista de quién o quiénes habían sido los causantes de semejante acto vandálico en sus tierras. Esto era una carnicería, una de tantas que ya habían acontecido en su territorio y en los otros territorios de los Señores que gobernaban en los alrededores. Los guerreros corrían de un lado a otro, era un rechinar de pasos y de gritos amortiguados por la lluvia.

Fue en ese trance, mientras analizaba el cuerpo del niño que Alana gritó su título para llamar su atención. La guerrera se encontraba dirigiendo a un grupo de sus hombres, parece que Brutus había olfateado algo debajo de los restos de una casa. Aster se volvió hacía ellos.

-Parece ser que Brutus encontró algo.

Brutus parecía ansioso, olfateaba el aire y gruñía cada vez que uno de los hombres, que intentaba escarbar en el lugar que el grown había indicado, se entorpecía en su tarea. El animal estaba desesperado, lo que llamó la atención de su amo. Aster se preguntó qué clase de objeto podría tener a su arisca mascota de esa manera.

Las manos de los guerreros se sumergieron entre dos cuerpos ensangrentados, entre sangre y tierra, de ahí emergieron con una criatura. La bebé no emitía sonido alguno. Tan inerte que cualquiera la daría por muerta. El grown ladró de felicidad. A su amo esta actitud no le pasó desapercibida y se intrigó por la conducta tan infantil del animal.

-Está muerta.

Dijo Bartolomé, el guerrero que la había tomado en brazos. Bartolomé era un mestizo, joven, además, por lo que sus sentidos aún eran más humanos. Alana le quitó a la bebé y la acurrucó en su frío pecho recubierto por la armadura, la vampira, quien la mejor de entre sus hombres, no solo en cuanto a técnica sino, además, en el campo de batalla, le dirigió una sonrisa dulce a la niña.

-Ella vive.

Fue lo único que explicó Alana, sin retirar su vista de la criatura que yacía todavía inerte entre sus brazos. Brutus merodeo alrededor de la capitana gimiendo. Aster miró la escena nada complacido en cómo sus más leales y feroces guerreros gemían en torno a una humana miniatura.

-No podemos dejarla aquí, Señor.

Lo miró Alana, suplicante.

-¿Y qué sugieres, Al, que la adoptemos? ¡¿Enloqueciste?!

Estalló Tedius, el segundo al mando y, además, hermano menor de la Capitana Alana. Ambos eran vampiros de pura sangre, pertenecientes a la casa Hoflak, casa dedicada a la estrategia militar y a servir a la casa del Señor del Invierno.

-Dejarla aquí es sentenciarla a muerte y, con la situación actual, tampoco podemos llevarla a Kristev.

-Podríamos llevarla a Kristev y dejar una nota que explique su situación.

Sugirió Tedius.

-¡Tedius!

Reprendió la capitana con su voz de barítono.

-¡¿Qué?! Los humanos son débiles ante las cosas pequeñas y débiles como esta…esta cosa, ¡habrá alguien que la quiera!

-¡¿Te estás escuchando?!

-¡¿Te escuchas a…?!

-¡Suficiente!

Espetó Aster haciendo uso de su voz señorial. La cual reclamaba a la sangre obediencia absoluta a los oídos de quienes la presenciaban. Rara vez la utilizaba en sus subordinados; pero toda esta charla lo estaba impacientando terriblemente.

-Llevaremos a la criatura al castillo. Alana, te harás responsable por ella.

Los ojos de su capitana brillaron con una ternura que solo había visto una vez en ella. Casi la envidiaba por ello, si es que Aster pudiese sentir algo parecido a la envidia.

Antes de que Tedius abriera la boca para replicar. Aster clavó sus ojos duramente en él.

-Queda dicho, Tedius.

Una amenaza fría.

-Señor.

Se llevó Tedius el puño izquierdo al pecho, un ademán para acatar las órdenes del su Señor.

-Vámonos. Se avecina una turbulencia.


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