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Randolph sorbía un poco de té mientras miraba a lo lejos. De vez en cuando, cogía casualmente una galleta del plato que tenía al lado y la comía mientras pensaba en su Discípulo que había desaparecido durante varios meses.
Lux le había dicho de antemano que planeaba ir a hacer turismo por el territorio de Norria, pero el herrero de Aldea Hoja no se tragaba sus tonterías.
—Te agradecería que no pusieras cara de pocos amigos mientras comes frente a mi tienda —dijo la Abuela Annie con voz de reproche—. Estás ahuyentando a mis clientes.
Randolph le lanzó una mirada de reojo a la anciana Enana antes de resoplar.
—No estoy frunciendo el ceño —respondió Randolph—. Nací con esta cara.
La Abuela Annie se rió mientras se sentaba en la silla al lado del Herrero Enano, que siempre miraba en dirección a la entrada del pueblo.