Jack llegó a su oficina y, afortunadamente, no tenía una mañana muy ocupada.
Un rato antes del almuerzo le pidió a Morgana que fuera a hablar con él.
Unos minutos más tarde, esos ojos púrpuras lo miraban fijamente, con los brazos cruzados y con una expresión poco amistosa.
—Buenos días, Morgana. ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó animadamente, tratando de iluminar el ambiente antes de entrar en el tema.
—Ya sabes, no muy bien. Pero gracias por preguntar —respondió la mujer un poco impaciente.
Jack levantó las cejas.
—¿Ha pasado algo?
—No, solo tuve una discusión con Peter y sin querer hice levitar unos frascos y lo golpeé. Aunque no es gran cosa.
—Sin querer, ¿eh? —dijo Jack sonriendo— Seguro que se lo merecía.
Eso pareció hacer que Morgana estuviera más abierta a la conversación.
Se sentó en la silla frente a la mesa de Jack y él le ofreció una copa de vino, después de servir un poco de whisky para él.