Al día siguiente, Zayne partió con algunos guardias para escoltar a Rosa hasta la finca del Señor Ambrose.
Zayne estaba sentado solo en el carruaje, observando cómo Rosa miraba por la ventana absorbiendo la nueva vista del terreno que dejaban atrás. Aunque habían acordado que ella se detendría por un tiempo, Rosa volvía a buscar lo que podía recordar.
—No hay muchas casas alrededor. ¿Ya estamos en las tierras del señor? —preguntó Rosa.
—Desde hace un rato sí —respondió Zayne, enrollando el mapa que usaba—. Llegaremos pronto a sus puertas ya que partimos del campamento después del desayuno. ¿Necesitas un momento para calmarte antes de llegar? Estás tirando de tu vestido.
Rosa movió su mano hacia el asiento para dejar de molestarse con su vestido. —No me había dado cuenta. ¿No es demasiado? ¿Qué tal si piensan que estamos haciendo un espectáculo y yo no he podido agradecerle a Charlotte por elegir otro vestido? No me informaste que iríamos allí después del palacio.