—¡Carter! —rugió la voz angustiada de Merrick en la cabeza de Carter, resonando como una campana de alarma y devolviéndolo a la realidad.
Sus ojos se abrieron de golpe, y la vista ante él lo sacudió.
Un espectro negro sombrío flotaba sobre él y Dahlia, sus ojos brillando de un color carmesí espeluznante.
Sus ojos se desplazaron y se fijaron en extrañas volutas blancas etéreas que ascendían del cuerpo de Dahlia, pareciendo vapor o humo.
Todo el ser de Carter tembló con un escalofrío helado, como si una mano frígida hubiera alcanzado su pecho y tocado su corazón. Su intuición gritaba que el malévolo espectro estaba devorando el alma de Dahlia.
El instinto de su lobo también estaba alerta, instándolo a transformarse y atacar. Pero su lado humano luchaba por quedarse con Dahlia y cubrirla con su cuerpo para protegerla de la presencia maligna.
—Carter, suéltala… —dijo la voz del vicecomandante.
Carter estaba confundido; no estaba seguro de lo que el hombre intentaba decirle.