Damon miró a Marcy, quien se lamió los labios en anticipación a un beso que no llegaría.
—Tu olor no es el correcto —dijo él.
El aroma de Marcy era intenso, le recordaba a coco endulzado que había estado en una bolsa sellada por demasiado tiempo. Por alguna razón inexplicable, Damon esperaba un olor mucho más ligero, dulce y cítrico, un aroma que le resultara más agradable que la fresia que su madre solía plantar.
En realidad, Marcy era una joven atractiva, con curvas en todos los sitios correctos, claramente ofreciéndose a él, y sin importar cuáles fueran sus motivos, él debería abalanzarse sobre ella en ese mismo momento; no sería la primera vez que Damon aprovechase a una mujer en tal situación. Sin embargo, Damon se sentía repelido ante la idea de intimar con Marcy.