—Sin embargo, algunas oraciones no son respondidas —comenzó su relato—, como fue el caso de esta, porque antes de que pudiera seguir un 'amén', sonó el teléfono de nuevo.
—Cuando el teléfono volvió a sonar por segunda vez, no tuvo el valor de ignorar la llamada y la contestó a regañadientes.
—Su voz fue particularmente aguda y animada —explicó luego—. Hola diosa. ¿Cómo te fue? ¿Cómo está la Vieja Sra. Hudson ahora?
—No iba a parecer que cometía un delito del cual no tenía idea.
—¿¡De verdad!? ¿Estás fingiendo ignorancia o no fuiste tú parte de esa inútil farsa que me hicieron esas patéticas personas?
—¿De qué estás hablando, diosa? Me informaron que había una emergencia que requería de tu atención en la mansión Hudson —respondió la otra voz—. Y sabiendo que la única persona enferma allí era la Vieja Sra. Hudson, no tuve más remedio que llamarte ya que nos has dicho repetidamente que te informemos de cualquier cosa concerniente a la anciana.