El caos dentro de la casa abrumó a Benjamin. Bajo los escombros, los cuerpos muertos estaban aplastados. Algunas personas que aún no habían muerto gemían.
Un denso humo acre se arremolinaba en el aire, oscureciendo su visión y picando sus ojos. El crepitar del fuego crecía más fuerte, retumbando ominosamente por toda la estructura. El intenso calor oprimía su piel, haciéndole difícil respirar.
Las llamas parpadeantes bailaban salvajemente, devorando todo a su paso. Lenguas de fuego naranjas y rojas lamían las paredes y el techo, dejando tras de sí un rastro de destrucción y restos carbonizados.
Las paredes y techos estaban ennegrecidos y ampollados, soportando las cicatrices del incendio implacable. Las chispas volaban en todas direcciones, alimentadas por el fuego inquebrantable, creando un ambiente peligroso. El olor a madera quemada y plástico derretido llenaba el aire, mezclándose con el abrumador olor del humo.