La cueva había estado completamente en silencio ya que Ji Ning y los otros tres criados estaban completamente absortos en los misterios profundos del Dao contenidos dentro de las marcas en la pared. El repentino grito de Su Youji los sobresaltó a los cuatro, así que al instante se giraron para mirar a Su Youij.
—¿Qué pasa, Youji? —dijo Ning y comenzó a caminar hacia ella.
—El Hegemón de túnica blanca era absolutamente increíble. Él es solo... Solo… —balbuceó Su Youji tan emocionada que apenas podía hablar correctamente—. Maestro, tienes que probarlo por ti mismo.
—Por supuesto que era increíble. ¡Era un Hegemón! —dijo Ning y la miró—. Cuando me acerqué a él, pude sentir el campo de ilusiones que lo rodeaban. Por eso te dije que meditaras allí.
—¡Eso no es a lo que me refiero! —dijo Su Youji sacudiendo repetidamente la cabeza—. Maestro, no te acercaste demasiado al cuerpo de Hegemón, ¿verdad?
—No lo hice —dijo Ning.