Matthias parecía haber sido poseído mientras sostenía con fuerza el cristal rojo sangre en sus manos. Sus ojos estaban llenos de locura. Era como un jugador cuyos ojos estaban ensangrentados por la derrota y que, de repente, había recibido una buena carta. Ahora, la cara de Matthias estaba tan hinchada que se le veía distorsionada. Era horrible bajo la luz roja de la sangre.