Cuando dirigió su mirada hacia el jardín, la escena del área se reflejó naturalmente en la mente de Klein.
En un rincón oscuro oculto por las flores, las ratas de color blanco-grisáceo se agitaron salvajemente como si estuvieran poseídas. Chillaban agudamente mientras se empujaban entre sí para volver al área central.
En el área central yacía una rata gris del tamaño de un gato Pelocorto de Loen, una raza local particular. Sus ojos eran ligeramente rojos, como dos gotas de sangre congelada.
Su cola se balanceaba rápidamente, como queriendo desahogar sentimientos irascibles en su interior.
Y cada vez que las ratas de tamaño normal se le acercaban, las agarraba y las mordía hasta matarlas, haciendo que se acumularan cadáveres de roedores a su alrededor. Pero, aun así, eso no impedía que las demás ratas siguieran acercándose.
Al ver esa escena, Klein de repente tuvo dos pensamientos: