Su tono arrogante era como si fuese la dueña del centro comercial.
Las dos personas a su lado también dijeron: —No hay nada en éste mundo que Yunyun quiera y no pueda conseguir. ¿Quién se atreve a arrebatárselo?
—Éste... —dijo la asistente, quien tampoco sabía qué hacer.
Inconscientemente miró hacia Zheng Yan.
Al principio, Zheng Yan estaba mirando su teléfono y respondiendo a alguien.
Justo después de haber respondido, hubo un sonido penetrante al lado de su oído.
Levantó la cabeza lentamente.
Cuando reconoció quién estaba delante de ella, sus ojos se entrecerraron.
—¿Tao Yunyun?
—Ah, me preguntaba quién era. ¡Resulta que eras tú, Zheng Yan!
Exclamó Tao Yunyun de manera exagerada.
Nian Xiaomu no tenía una buena impresión de Tao Yunyun. Al ver que Zheng Yan la conocía, no dijo nada al respecto.
Ella no pudo encontrar un rastro de asombro en la cara de Tao Yunyun.