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En ese momento, el cielo resonó con otro choque de poder, extrayendo aún más energía de sus profundidades. Oriana, aún en el suelo y bañada en el abrazo potente de la oscuridad, de repente su cuerpo fue asaltado por una ráfaga de rayos. Las sombras de la oscuridad que la rodeaban se intensificaron, evolucionando más allá de la mera oscuridad hasta convertirse en el epítome de la oscuridad—la absoluta oscuridad que solo pertenecía al Diablo.
Mientras el peligroso rayo y trueno persistían, sus ecos retumbando a través de la atmósfera, la forma inconsciente de Oriana permaneció impávida ante el embate de los rayos sobre su cuerpo.
—La Princesa del reino Demonio ha vuelto —comentó Sierra.
Sus palabras enviaron ondas de choque a través de los presentes. Creyeron que Oriana debía ser una Deidad al ver los fuertes poderes que la rodeaban y que claramente no pertenecían al reino humano, y ahora se revelaba que tenía una identidad impactante.