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76.7% EL Mundo del Río / Chapter 214: DIOSES DEL MUNDO DEL RÍO (24)

Kapitel 214: DIOSES DEL MUNDO DEL RÍO (24)

Burton llamó a las tres mujeres a su habitación, y a los dos hombres que habían dormido en otra habitación separada. Tras darles los buenos días, les comunicó que había dado instrucciones a la Computadora para que les enseñara cómo operarla. También les invitó a la reunión semanal de los ocho más ahora, aquella misma noche.

Después de todo, estáis a vuestros propios recursos. Os llamaré de todos modos de tanto en tanto, o me dejaré caer entre vosotros si soy bien recibido. Y vosotros podéis llamarme si tenéis algún problema.

No les gustó lo que les dijo. Aparentemente, tenían la sensación de que él debería dedicar todo su tiempo a asegurarse de que estaban bien ajustados. Pero no podían hacer nada al respecto.

El y Puñado de Estrellas desayunaron, huevos au beurre noir, pastelillos de arándanos, e higos con crema. Luego volaron a su pequeño mundo, Thélème, llamado así según el mítico estado del Gargantúa y Pantagruel de Rabelais. Su lema era, en la obra del viejo francés, Haz lo que quieras. El lema de Burton era: Haz lo que quiera Burton. El mundo, sin embargo, hubiera podido ser llamado más apropiadamente Bagdad-en-la-Torre. Burton había levantado en su centro una pequeña ciudad y un castillo que parecía como la idea de un romántico o de un productor de Hollywood de un lugar sacado de Las mil y una noches. Un río discurría desde el extremo occidental de la enorme cámara, rodeaba la ciudad, y serpenteaba hacia el este, desapareciendo en las arenas del desierto no lejos de la entrada. Por las afueras de la ciudad merodeaban unos cuantos leones y leopardos y muchas gacelas, antílopes, avestruces, y otras criaturas del desierto. Hipopótamos y cocodrilos nadaban en el río, y las extensiones de jungla estaban llenas de monos, civetas y pájaros.

Por el momento, Thélème estaba poblado tan sólo por él mismo y Puñado de Estrellas. Planeaba traer a alguna gente adecuada más tarde, aunque no tenía prisa.

A las 8:00 P.M. él y Puñado de Estrellas acudieron a la fiesta, aunque no sin incidentes. El conductor negro de la moto, esta vez con una mujer negra detrás, rugió por debajo de ellos. El hombre les agitó una mano, pero su saludo fue más cortés.

¡Hey, Burton, ¿qué ocurre?!

Unos pocos segundos más tarde, pasaron por encima de un enorme cerdo que avanzaba trotando, haciendo resonar sus pezuñas.

Dios mío dijo Burton. ¿Y ahora qué?

No lo sé dijo Puñado de Estrellas. Hablé con Aphra esta tarde, y dijo que está encontrándose con gente a la que nunca había visto antes. La mayoría proceden del

mundo de Tom Turpin. Al menos, eso es lo que ella piensa, puesto que todos son negros. Pero se encontró también con una docena de personas que parecían gitanos.

¿Gitanos? ¿Quién los resucitó?

Entraron en el apartamento de Nur, lleno con el ruido de charlas y risas. Alice estaba allí, vestida con las descocadas ropas de los años 1920 que tanto le gustaban. Le sonrió ligeramente, pero no hizo ningún esfuerzo ni entonces ni luego por hablar con él. Burton había esperado sorprenderlos a todos presentándose con la mujer china. Aparentemente, sin embargo, Li Po se lo había dicho a todos. Si se sentía celoso, no lo demostró. Era lo suficientemente realista como para saber que mostrar celos no solamente sería inútil, sino que le haría perder dignidad. Además, no estaba sufriendo por falta de compañía o sexo. Por aquel entonces había resucitado a cuarenta hombres y cuarenta y siete mujeres, a todos los cuales había conocido en la Tierra. Siete de las mujeres eran suyas, una para cada día de la semana. Aquella noche, sin embargo, había traído consigo solamente a una.

Toman turnos para venir conmigo a estas reuniones le dijo a Burton.

Finalmente, se cansarán de ese compartir y resucitarán a hombres para ellas mismas dijo Burton. ¿Qué piensas hacer entonces?

Nada dijo Li Po, sonriendo. No soy un tirano. Cuando ocurra eso, resucitaré a otras para reemplazarlas. Y es lógico que pase, puesto que yo también me cansaré de ellas o, aunque resulte difícil de concebir, ellas pueden cansarse de mí.

Burton podía visualizar el hormiguear de la gente en el mundo de Li Po. Cuando se alcanzara el punto de saturación, el exceso debería vivir en los apartamentos. Lo mismo estaba ocurriendo en el mundo de Turpin.

Hombre, no sé dijo Turpin, agitando la cabeza. Todo empezó con la gente a la que traje, y luego la cosa se me escapó de las manos. Ellos resucitaron a más gente, y esa a su vez resucitó a más gente, y ahora lo que yo pretendía al principio se ha desbordado.

Burton le habló del motorista negro. Turpin sonrió y dijo:

Ese es Bill Williams. No sé quién infiernos lo trajo aquí. Podría averiguarlo, pero ¿qué diferencia representaría? No es un negro americano, ya sabes. Es ruso.

¿Ruso?

Aja. Es toda una historia. Algún día tendrías que hablar con él.

Burton había observado a Gull, Netley, Crook, Stride y Kelly cuando entró. Estaban de pie en dos rincones, los hombres en uno, las mujeres en otro, y obviamente no se mezclaban con los demás. Burton les hizo dar una vuelta por la habitación para presentarlos. Parecía, sin embargo, que Frigate ya había difundido la noticia respecto a ellos. Aquello había despertado una cierta curiosidad hacia los recién llegados, pero muchos se mostraban incómodos con Netley y Gull. A nadie le gustaba estar en compañía de dos tercios de la sacrílega trinidad que había formado a «Jack el Destripador». Netley se sintió tan afectado por ello que se marchó pronto. Burton salió de la habitación principal al pasillo, donde no podía ser observado, y ordenó a la Computadora que le siguiera el rastro.

Notando la timidez de Stride, Crook y Nelly, Nur se dirigió hacia ellas y pronto las hubo animado. Se sentía a gusto con los de clase alta y los de clase baja, los educados y los sin educación, los ricos y los pobres, y se ajustaba rápidamente a cualquier compañía, aunque siempre mantenía su dignidad. Al cabo de un momento, Aphra Behn y Frigate se unieron a ellos, y Nur se apartó, terminando con Gull. Curioso, Burton se invitó a la conversación.

Gull estaba hablándole al moro del hombre que lo había convertido, Lorenzo Dow. Dow había nacido en Coventry, en el condado de Tolland, Connecticut, en 1777. Siendo un niño altamente imaginativo e impresionable, se había convertido en un devoto pese a sus pocos años cuando vio un ángel. O afirmó haberlo visto. Más tarde, siendo ya un joven

adulto, se convirtió en un predicador itinerante libremente conectado con la Iglesia Metodista. De todos los errabundos ministros de la primitiva frontera americana, había sido el que más había viajado y el más conocido. Era famoso desde el Maine hasta Carolina del Sur y desde Nueva York a los lugares salvajes del río Mississippi. Allá donde hubiera un puñado de personas, por pequeño que fuera, allá viajaba en bote, carromato, caballo, o a pie, y predicaba sus excéntricos y disgresivos sermones.

Cuando fue resucitado de entre los muertos en el Mundo del Río, se había sentido sorprendido pero no impresionado. Estaba equivocado en algunas cosas dijo a sus conversos, pero básicamente en lo cierto.

Estaba convencido de que el ángel que había visto cuando niño era uno de aquellos que habían construido este Mundo del Río como un estadio por el que debían pasar aquellos dignos de alcanzar un mundo mejor. Creía, como los de la Segunda Oportunidad, que todo estribaba en mejorar moral y espiritualmente. Al contrario de los de la Segunda Oportunidad, sin embargo, no creía que la finalidad última fuera la absorción en la esencia de Dios. No, este Río era solamente una especie de purgatorio en el cual Dios y sus ángeles habían dado a todo el mundo otra oportunidad. Pero aquellos que alcanzaban el intenso cambio espiritual exigido allí irían a otro mundo en el cual serían resucitados físicamente de nuevo.

Sin embargo, aquellos que fracasaran morirían allí y se convertirían en polvo para siempre.

He conocido a vuestros ángeles dijo Burton, y solamente son hombre y mujeres. De hecho, excepto uno, todos nacieron en la Tierra y murieron en ella cuando eran unos niños. La excepción era Monat, un extraterrestre, un no humano, que estaba a cargo de este proyecto. ¿Tiene esta torre el aspecto de haber sido construida por ángeles?

Tiene que haberlo sido dijo Gull. Este Loga del que hablas... debe tratarse de un ángel caído.

Estás loco, hombre dijo Burton, y se alejó.

Ese hombre dijo Puñado de Estrellas resucitará a otros de su fe, y no vamos a poder ir por los pasillos sin tropezar con ellos a cada momento. No son del tipo de los que te dejen solo.

Estaremos en Thélème. No podrán entrar ahí.

Ninguna persona o lugar son inviolables.

Puñado de Estrellas había encajado en la forma de vivir de Burton con tanta precisión como un zapato bien hecho en torno a un pie. La analogía no era tan sólo literaria. Cuando él se quitaba los zapatos, no tenía que prestarles la menor atención hasta que tenía que ponérselos de nuevo. La mujer parecía contenta siendo ignorada cuando él estaba atareado estudiando o trabajando con la Computadora. A menudo la operaba cuando él estaba haciendo lo mismo. Era una excelente compañera, una conversadora siempre dispuesta y a menudo divertida, y no insistía en interrumpirle. Era inteligente, conocía la poesía china, podía pintar bien, y tocaba maravillosamente el laúd chino. Era apasionada, muy versada en todos los aspectos del sexo, carente de inhibiciones, y sin embargo, cuando Burton no hacía el amor con ella durante una semana porque estaba absorto en sus estudios, no parecía importarle.

Lo único de lo que se quejaba Puñado de Estrellas era de no poder traer a sus padres a aquel lugar. Había localizado a su madre, pero estaba viva en el Valle. Su padre no podía ser encontrado.

¿No te importaría si pudiera traerlos aquí? había preguntado. Quizá, algún día, sea capaz de hacerlo. Podrían tener su propio apartamento, y no te molestarían. Los vería tan sólo cuando tú lo consintieras.

No me importaría en absoluto dijo Burton. Trae a tus hermanos y hermanas también. Y a tus tíos y abuelos y primos.

No hubiera podido detenerla ni aunque quisiera hacerlo, pero eso no iba a decírselo.

¿Para qué estropear su deseo de complacerle? Era una perfecta compañera para él.

Cuando habló de aquello con Frigate, el americano dijo:

Me sorprende que no haya aprendido a ser más independiente mientras estaba en el Valle. Fue educada en la cultura china del siglo VIII, pro debió vivir en muchas otras culturas en el Valle. Normalmente, el Valle libera a las mujeres.

No siempre, en absoluto dijo Burton. Ella tuvo una vida dura, por decirlo suavemente. Conoces la triste historia de su vida terrestre. No fue mucho mejor en el Río. Fue violada varias docenas de veces en el Valle, aunque no parece haber sufrido ningún trauma profundo a causa de ello.

No lo parece, pero se trata de una mujer muy autocontrolada.

Oh, sí, la inescrutable oriental.

Es muy hermosa.

Exquisita. Y debo confesar que me siento halagado de que me deseara tan vehemente. Sin embargo... sigo prefiriendo a una rubia y no demasiado brillante caucasiana que se dedique enteramente a mí.

Si encuentras una y la resucitas, vigila atentamente a Puñado de Estrellas. Hay mucho más fuego en ella del que deja aparentar.

Algunos días después de la fiesta, Burton y Puñado de Estrellas acudieron a visitar el mundo de Frigate en sillones especialmente construidos diseñados por Burton. Eran más grandes que los otros y estaban completamente rodeados por una semiesfera de plástico irradiado de ocho centímetros de grosor. Lanzadores de rayos podían ser disparados hacia adelante y hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo, a través de la protección.

Puñado de Estrellas, viéndolos por primera vez, había murmurado:

¿De quién tienes miedo?

No tengo miedo de nadie dijo él. Pero confío en muy pocos. Hay demasiados desconocidos, en cantidades ignoradas, merodeando por los corredores. Además, seguimos sin tener ninguna seguridad de que no haya algún Etico escondido por ahí.

Se alzaron en sus sillones por encima de los minaretes y los domos hechos de aleación de oro y resplandeciendo con enormes joyas, y aceleraron por encima del río y la jungla hacia la salida. Burton pulsó un botón de la consola, que transmitió el codificado ábrete- sésamo vía radio. El vehículo de Puñado de Estrellas no tenía este dispositivo porque él le había negado el acceso a su código. Ella le había preguntado, vacilante, . por qué, y él le había dicho que no deseaba correr el riesgo de que ella pudiera ser secuestrada y le obligaran a revelar el código.

¿Quién podría hacer eso? había dicho ella suavemente.

Quizá nadie. Pero es una posibilidad.

¿Y si te secuestran a ti y te torturan hasta que digas el código?

Ya he anticipado eso.

Ella no le preguntó qué precauciones había tomado. Obviamente, si las sabía, podían obligarla a dar aquella información.

La zona circular estaba vacía de gente, aunque unos cuantos robots estaban limpiando el lugar. Deteniendo su silla delante de la entrada del mundo de Frigate, Burton gritó el nombre de Frigate. Al cabo de unos pocos segundos, el rostro del americano apareció en una brillante pantalla. La puerta se abrió hacia afuera, y entraron en fila india. La segunda puerta los admitió a un mundo donde el sol estaba a diez grados más allá del cenit, la temperatura era de 29 grados y el aire era húmedo. Avanzaron por encima de una densa y lujuriante jungla, un río y varios afluentes, y algunos amplios claros. Las criaturas en los afluentes y tomando el sol en sus orillas eran cocodriláceas, enormes y llenas de dientes. De tanto en tanto podían divisar una enorme cabeza reptiliana al extremo de un largo cuello y, en una ocasión, un saurio de blindadas escamas cruzó torpemente uno de los claros. Reptiles alados planearon junto a ellos: pterodáctilos. Esos no procedían de

grabaciones, puesto que los Éticos habían llegado a la Tierra setenta millones de años después de que el último de los dinosaurios hubiera muerto. Pero Frigate había hecho que la Computadora elaborara réplicas vivientes de las poderosas bestias, y esas reinaban entre la lujuriante vegetación. En el centro de la gigantesca cámara había un monolito rocoso, de sesenta metros de altura, con lisas paredes inclinadas hacia afuera imposibles de escalar. En la parte superior estaba su fortaleza, una llanura de veinticinco hectáreas con una mansión sureña del período anterior a la guerra civil en el centro de una isla rodeada por un amplio foso donde nadaban patos, gansos y cisnes. Burton y Puñado de Estrellas aterrizaron en el verde césped delante de ella.

Peter Frigate estaba sentada en el porche en una mecedora, escuchando la Música acuática de Haendel, bebiendo un julepe de menta y rodeado por tres perros. Sujetaba un gato siamés en sus rodillas. Los perros, auténticos perros, no imitaciones, saltaron ladrando del porche y corrieron hacia Burton. Se pusieron a dar saltos a su alrededor agitando sus cuartos traseros y gimoteando mientras él les palmeaba las cabezas. Uno de ellos era un enorme rottweiler; uno, un pastor alemán; uno, un ovejero shetland. Frigate se levantó, echando al gato de su regazo, y acudió a recibirles. Llevaba una chaquetilla blanca de lino con jeroglíficos egipcios bordados y un faldellín de lino blanco que le llegaba a la altura de la rodilla.

¡Bienvenidos a Frigatelandia! dijo, sonriendo. Sentaos. Señaló a otras dos mecedoras. ¿Qué queréis beber? Dio una palmada, y dos androides aparecieron por la puerta delantera. Llevaban uniformes de mayordomo.

No los reconoceréis dijo. Tienen la apariencia exacta de dos presidentes de los Estados Unidos que nunca me gustaron particularmente. Los llamo Tricky Dicky y Ronnie. El de aspecto furtivo es Dicky. Hizo una pausa. La dama de la casa bajará en un minuto.

Burton alzó las cejas.

Oh, finalmente te decidiste por una compañera.

Sí. Los perros y los gatos son espléndidos compañeros, no te hablan. Pero empecé a echar en falta algo de conversación y otras cosas.

Los sirvientes trajeron las bebidas, escocés para Burton y vino para Puñado de Estrellas. Burton extrajo un fino habano de su bolsillo, y Dick se inclinó hacia adelante, sacó un encendedor, y mantuvo firmemente la llama para él. Ronnie hizo lo mismo para el cigarrillo de Puñado de Estrellas.

Esto es vida dijo Frigate. Vuelo por ahí y observo mis dinosaurios, y realmente disfruto con ellos. Impido que los tiranosaurios se coman a todos los brontosaurios suministrándoles la carne que necesitan mediante una estación ali-mentadora al fondo de mi monolito. Pese a todo, resulta difícil mantener el equilibrio entre presas y predadores. Algún día me cansaré de ello. Cuando ocurra, borraré el período jurásico y lo reemplazaré por el cretáceo. Planeo recorrer todas las eras de la evolución en sus varios estadios hasta el pleistoceno. Cuando llegue allí, me detendré. Siempre me he sentido muy atraído por los mamuts y los dientes de sable.


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