—Ja, ja...
Lin Yun sacó unos cuantos cristales de maná de su bolsillo y se los dio a Shawn. Este último quedó perfectamente satisfecho y regresó al Caminante del Alma. Lin Yun entonces sacó una poción, se agachó y la vertió en la boca de Yass—. Llévanos ahí.
—Sí, sí... —Yass asintió como un niño asustado.
Su complexión mejoró gradualmente después de beber la poción y más de la mitad de sus heridas se habían recuperado.
Yass se puso en pie, pero cuando miró a Lin Yun, el miedo se podía ver en lo más profundo de sus ojos. Estos últimos minutos habían sido como un viaje al infierno. Ese dolor era más aterrador que cualquier tortura, y sólo pensar en ello le hacía temblar.
Su situación ya era desesperada, ya que la Tribu del Fuego Descongelado ya había sido destruida. Podría morir en cualquier momento y en cualquier lugar, pero Yass no quería experimentar más este tipo de dolor.
Si podía, prefería elegir la muerte antes que volver a pasar por eso.