Apareció en un denso bosque, repleto de plantas fantásticas, extrañas y de colores vivos. Su rostro mostraba la frialdad del iceberg, mientras su caminar expresaba la seguridad que tenía en sus habilidades. Abrió su inventario, observando los innumerables objetos que había logrado conseguir en el trascurso del interminable tiempo que había pasado dentro del laberinto. Sacó una armadura de cuero endurecido, brazales y dos guanteletes, aunque para su arsenal, la armadura parecía ser la menos indicada, las estadísticas en su descripción demostraban todo lo contrario, ya que poseía muchos buff's en lo ofensivo y defensivo, sirviendo para cualquier clase, desde un tanque a un mago sanador. También sacó una espada de dos manos, junto con su vaina, la abrochó en su cintura y respiró profundo, estaba preparado para salir de su zona segura y prepararse para la batalla.
--Hoy será un gran día. --Repitió más de una vez, alzando las comisuras y bajándolas por un lapso largo de tiempo.
Se dirigió a una arboleda justo al salir de la zona segura, donde buscó a un conocido.
--Hola, amigo, he vuelto como te lo prometí --Acarició con su mano la corteza del enorme árbol--. Sé que es mucho pedir, pero podrías darme un poco de tus frutos, la última vez me permitieron permanecer más tiempo vivo y, hoy no pienso morir. Por favor.
Las ramas se movieron, dejando caer dos objetos en la suave tierra. Inmediatamente fue a recogerlas, levantando dos figuras esféricas de color dorado, muy similares a las manzanas.
--Gracias, amigo. --Dijo con una sonrisa cálida, una que estaba libre de farsa e hipocresía.
Se despidió con un extraño saludo y emprendió el viaje hacia lo profundo de la oscuridad, sus pasos eran calmos, como si supiera lo que se venía y, claro, lo sabía. No desenvainó, solo sostuvo dos piedras azules con símbolos antiguos talladas en ellas, fortaleciéndose con sus propiedades ofensivas. Las piedras perdieron el brillo, por lo que inmediatamente las guardó de vuelta en su inventario.
El paisaje fue cambiado poco a poco, llegando a una llanura plagada de hierbas altas, ramas caídas y cadáveres de insectos en descomposición. Su mirada reflejaba frialdad, desinterés, con un toque sobrenatural de locura.
--¡Estoy de vuelta, malditos! --Gritó a todo pulmón.
De entre la oscuridad del horizonte, donde la vista no podía llegar, cientos de siluetas se empezaron a vislumbrar, corriendo a una velocidad impresionarte y exudando una increíble intención asesina. Desenvainó y respiró profundo. El suelo vibraba, las pseudoestrellas iluminaban los alrededores, el aire refrescaba. Cuando las criaturas insectoides llegaron a su rango de ataque, gritó con todas sus fuerzas, más que un grito pareció un rugido bestial, acompañado con una energía destructiva que devastó los cuerpos de varias decenas de esas criaturas, arrojándolas al cielo con sus extremidades despedazadas.
--Eso solo fue el principio. --Sonrió con frialdad, respirando con irregularidad, no quería admitirlo, pero esa habilidad le había costado mucha energía para poder activarla.
Los insectoides no aminoraron la marcha, era como si la muerte de sus compañeros no les interesará, pues ellos solo tenían un propósito y, ese era deshacerse del individuo de la espada. Blandió su arma cuando el primero se acercó, rebanándolo en dos, cosa que repitió un par de veces más. Sus cabellos desordenados bailaron con intensidad con cada movimiento que hacía, no dispuesto a morir, ya no más. Saltó hacia atrás, haciendo una genial voltereta y, justo cuando sus pies tocaron la superficie pastosa, activó otra de sus habilidades.
[Espadas Danzantes]
Una cúpula ilusoria apareció a tres pasos frente a él, encerrando a unas veinte de esas criaturas, el silencio duró un solo instante, ya que momentos después cientos de espadas intangibles en el interior comenzaron a bailar a una velocidad impresionante, cortando en miles de pedazos a esos feos bichos.
--Se los advertí, jajaja, se los advertí.
El negro de la armadura se fue pintando con ese líquido verde y viscoso, cubriendo los detalles que con exquisitez decoraban el artículo defensivo.
Poco a poco fueron pasando los minutos, su brazo izquierdo se durmió por el fuerte golpe que había recibido momentos antes, pero su agarre al empuñar su espada no disminuyó en fuerza, aún se mantenía firme, con la mirada de una bestia salvaje. Volvió a moverse, arremetiendo contra su objetivo sin misericordia, la cabeza del insecto cayó al suelo, mientras él recuperaba el aliento. Mordió, jadeó y gritó, pero su ferocidad no disminuyó, al poco tiempo se quedó de pie, observando su obra maestra.
Un objeto grande impactó contra la dura superficie, liberando una cortina de polvo y haciendo un gran cráter. Lanzó un chillido, ensordecedor y atemorizante, pero lo único que logró provocar en la expresión del individuo de la espada fue una gran sonrisa.
--Pensé que nunca aparecerías.
El enorme insecto babeó, acidificando la superficie donde ese letal líquido caía. El individuo de la espada rugió una vez más, ejerciendo una gran presión en su rival.
--No dejé ni a uno de tus malditos secuaces vivos, no podrás matarme de nuevo por la espalda. --Alzó las comisuras, mostrando una sonrisa roja por la sangre que resbalaba de su frente.
Sin ninguna consideración extendió su mano izquierda al frente de su pecho y, con una velocidad impresionante cortó hacia abajo con su espada. Activó otro par de habilidades que lo dejaron más cansando de lo que ya estaba, bebió una poción de recuperación, tirando el envase que desapareció al caer al suelo. Silencio, golpeteos de un líquido caer a la tierra, gemidos y una respiración acelerada.
--¡¿Cuántas veces he muerto bajo tus pinzas, maldita criatura?! ¡¡¿Cuántas?!! --Gritó al evadir y detenerse.
El suelo vibró, su cuerpo fue cubierto por una manta ilusoria, mientras a sus espaldas, una silueta de una sacerdotisa antigua se presentó, dibujando con su báculo un semicírculo. El cuerpo de la criatura fue forzada a bajar la cabeza por la fuerte presión, pero se resistió con fracaso, chillando con furia.
--Puedo sacrificar mi vida... Mi mano --Mostró su extremidad amputada--... Cualquier cosa mientras pueda matarte.
Justo en el momento en que terminó de hablar, la sacerdotisa antigua liberó un sello que hizo detener el tiempo, mientras ella cruzaba una dimensión desconocida y aparecía a espaldas del enorme insecto. Levantó su báculo y, en el instante en que lo dejó caer, una brillante luz cubrió el cuerpo de su objetivo. El pilar de luz fue tan devastador que iluminó toda la zona y dejó momentáneamente ciego al individuo de la espada. Pasaron los segundos y, lo único que acompañó los alrededores fue el ensordecedor silencio.
--Al... fin... --Comenzó a reír como loco al notar que ya no se encontraba aquella cosa que había mutilado, perforado, empalado y decapitado su cuerpo en incontables ocasiones.
*La invocación prohibida ha subido de nivel*
Su sonrisa se volvió alegre al ver la notificación en su campo de visión, respiró profundo y comenzó a caminar. Abrió su inventario y extrajo un objeto esférico dorado, sin duda alguna lo mordió. Un extraño brillo amarillento cubrió su cuerpo, liberando del mismo su fatiga, recobrando su energía para activar habilidades y, regenerando su mano.
Al cabo de un par de horas sus pasos lo llevaron a un precipicio, donde un puente largo lo esperaba y, al final del mismo se encontraba un enorme castillo de apariencia y atmósfera lúgubre.
--El final anhelado, o una muerte más --Sonrió, creando un punto seguro al principio del puente--... ¿Qué será lo mejor?
Se acercó a la orilla del precipicio, observando el eterno y profundo abismo, dio un paso más, la tierra se deslizó hacia abajo, mientras él miraba sin intenciones de irse.
--Tal vez algún día. --Dijo después de un momento de silencio, retirándose y volviendo a su camino.
Cruzó el puente con calma, observando la rocosa superficie con la que estaba construido. Se detuvo justo a dos pasos del inicio de los escalones, mirando el camino de hierba alta que decoraban las blancas paredes. Sus ojos fueron guiados a la enorme puerta, sintiéndose pequeño y débil. Bufó como una bestia, activó la pantalla de sus habilidades y estadísticas, observando y creando un plan para su próxima contienda.
--La muerte será inevitable --Retiró la armadura de su cuerpo, enviándola a su inventario y extrayendo una nueva, con estadísticas menores, pero con atributos destinados a la resistencia mágica. Guardó su espada, sacando una alabarda de hoja negra--, no puedo perder mi mejor equipo, pero --Sonrió-- eso no significa que me dejaré matar.
Levantó la planta de su pie, subiendo el primer escalón, luego el segundo y, así hasta llegar al vigésimo. Llevó su palma derecha a abrir la inmensa puerta, empujando con todas sus fuerzas, rechinó, haciendo un sonido de pesadez.
El interior era inmenso, oscuro y lúgubre, con una poderosa intención de muerte en cada rincón del castillo. Abrió una vez más su inventario, sacando un cristal azul que al momento de decir un par de palabras se iluminó y, aunque la luz que brindaba no era mucha, al menos le permitía caminar con mejor prevención. Barrió con su mirada los alrededores, en busca de algún enemigo, sin embargo, o la luz era muy poca, o en realidad el recinto estaba vacío, pues no lograba percibir nada. Bajó los diez escalones, adentrándose aún más en la oscuridad.
--Esto es extraño. --Se dijo.
Continuó avanzado, pero justo cuando iba a dar el décimo paso, el sonido de algo fracturarse llegó a sus oídos y, al instante el sentimiento de que algo malo se aproximaba se hizo presente en su mente y corazón. El suelo desapareció, siendo las cuchillas en el fondo del foso lo único que su cristal pudo iluminar antes de morir empalado.
--¡¡Mierdaaa!! --Gritó al aparecer en la pequeña habitación.
∆∆∆
Al siguiente día lo intentó una vez más, apareciendo al principio del puente, solo que ahora, al conocer que no se encontraba ningún enemigo y, lo único que debía soportar eran trampas, prefirió ir vestido con nada más que ropa sin atributos. Entró al castillo y bajó los diez escalones, alumbró su sendero gracias a otro cristal similar al anteriormente perdido. Pasó por el lugar de su muerte, observando el oscuro precipicio. Volvió a escuchar el crujir en la superficie, lo que provocó que inmediatamente rodará por el suelo, intentando evadir lo que se aproximaba y, al notar que nada había sucedido, se tranquilizó, sin embargo, repentinamente sintió como sus plantas del pie se quedaban sin punto de agarré y, con suma frustración gritó, cayendo una vez más a su muerte.
--¡¡Maldición!!
∆∆∆
Pasó cerca de dos meses en poder mapear todas las trampas de la sala principal, encontrando el camino correcto después de varios intentos desafortunados. Estaba harto de morir, no porque eso representara dolor y frustración, sino porque volvía a ese lugar de pesadilla: su habitación, el único sitio donde más odiaba estar.
Llegó ante una entrada arqueada, repleta de pilares cristalinos, con entradas distribuidas en varios puntos de las largas paredes paralelas. Tenía la premonición de que al abrirlas algo malo iba a pasar, por lo que inmediatamente creo un punto seguro, no queriendo volver a cruzar nuevamente por la zona de las trampas, aun cuando conociera el camino correcto.
--Solo tengo un punto seguro más, solo uno y perderé la transportación inmediata al bosque de mis buenos amigos árboles. --Mordió su labio con fuerza, provocando que sangrara, podía considerarse alguien desinteresado, sin embargo, la compañía de esos maravillosos seres le habían permitido conservar parte de su esencia más profunda y, no estaba dispuesto a perderlos.
Gruñó y comenzó a caminar. Abrió la primera puerta, entrando a una habitación iluminada por antorchas largas, donde lo único que se escuchaba era el eco de las gotas al caer al suelo. Se sintió renuente a abrir su inventario para sacar un objeto ofensivo, temiendo perderlo en otra trampa. No se adentró, prefirió esperar, pero al paso de los minutos y no observar ni sentir nada, decidió por volver al pasillo. Su cuerpo chocó contra algo sólido, alto y robusto, levantó la mirada, encontrándose con el rostro cadavérico de un caballero oscuro. Antes de siquiera poder pronunciar una palabra, su cuerpo ya había caído al suelo al haber perdido la parte superior de su cuello.
∆∆∆
Apareció en el umbral de la entrada arqueada una vez más, abriendo sin duda alguna su inventario y, equipándose con su apreciada espada de dos manos y, una armadura con atributos altos en la resistencia contra golpes contundentes y cortes por armas filosas.
--Ahora verás maldito esqueleto.
Fue de inmediato a la puerta donde antes había muerto, encontrándose con la misma escena anterior, solo que, con la diferencia de que en el lugar donde debía estar su cuerpo inerte por su anterior muerte, se encontraba una pequeña bolsa de cuero. No la recogió, ya conocía su interior, sabía que dentro de ella estaba su vestimenta sencilla que había tenido antes de morir.
--¡Muéstrate! --Gritó con ira.
El frío viento de la muerte acarició los pómulos de su rostro, como una dulce amante antes de besar los labios de su enamorado. El individuo de la espada no hizo nada, ni siquiera cambió su expresión, solo tenía algo en mente y, eso era acabar con el esqueleto que lo había matado.
Esquivó repentinamente, lanzando su cabeza hacia un lado. Un objeto puntiagudo se clavó en la dura pared, creando un pequeño cráter. El individuo de la espada respiró profundo y, con la agresividad de un rayo gritó, activando una de sus habilidades favoritas. Al instante detectó el cuerpo de su enemigo, mientras sus estadísticas tenían un aumento de al menos dos veces el original. Blandió su espada y se lanzó hacia la batalla, cortando sin consideración y provocando que el lugar retumbara por sus furiosos cortes... La contienda no duró mucho tiempo y, al cabo de un par de segundos, el esqueleto de la armadura azul oscuro cayó vencido, dejando como recuerdo tres objetos: una espada bastarda, un libro y unas botas de cuero con buenas estadísticas.
El individuo de la espada guardó nuevamente su arma en la vaina después de meter sus nuevas adquisiciones en su inventario. Se dirigió a la entrada, abrió la puerta, pero antes de salir, volteó hacia atrás.
--¿Quién dijo que soy el villano? Jaja.
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ICH HAB ES