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39.61% Dulce engaño / Chapter 61: No me apetece ser hijo de tu padre.

Kapitel 61: No me apetece ser hijo de tu padre.

Eduardo se dirigió a Samara, pero su mirada era huidiza. Él no sabía porque, pero no quería que Álvaro muriera.

-Mama, lo siento. -Eduardo hablaba en voz baja, pero Samara lo escucho.

De repente sintió una tristeza tremenda. Eduardo era un buen niño, comprensivo y encantador. Como tenia una relación tan buena con Adriano, lo estaba haciendo por su amigo. Definitivamente no debía ser por saber la identidad de Álvaro.

Samara se encontraba bastante incomoda, pero viendo la mirada arrepentida de su hijo, dio un paso adelante y le acaricio la cabeza diciendo:

-No pasa nada, es que no había pensado que serias tan bondadoso que te esforzaras por el padre de tu amigo.

Al saber que Eduardo tenia el mismo tipo sanguíneo que el, Adriano salto de alegría.

- ¡Genial! Eduardo, de verdad somos como familia, incluso tenemos el mismo tipo de sangre. Le diré a mi padre mas tarde que te haga su ahijado, entonces seremos familia de verdad.

- ¡No quiero! ¡no me apetece ser hijo de tu padre! Lo salvo por tu bien, así que no pienses en nada más. -Eduardo mostro una actitud muy resuelta, diciendo eso con un tono desagradable.

Adriano se quedo atónito por um segundo. A veces era incapaz de entender a Eduardo, pero estaba muy agradecido por que quisiera salvar a su padre. Al ver a los niños tan activos en ofrecerse voluntarios, el medico miro rápidamente a Samara.

-Señorita Samara, ¿Cómo lo ve?

-Haz lo que dicen los niños, pero no excedas la cantidad normal para su edad.

- ¡Por supuesto! -sobremanera alegre, el medico se dio prisa en llevar a los niños a la sala de análisis de sangre.

Después de que todos se fueran, Mayra susurro:

- ¿Por qué lo salvas? Aun mas, Eduardo aun es un niño.

-Laura necesita que Álvaro siga vivo. Al menos, no puede morir ahora. -Samara no sabia si se lo decía a Mayra o a ella misma y le dolió mucho el corazón.

Eduardo y Adriano salieron pronto. El medico dijo que sus tipos de sangre coincidían perfectamente y estaban listos para extraerla inmediatamente. Como Adriano era el hijo de Álvaro, fue primero. Eduardo, sujeto la mano de Samara y susurro:

- ¿Mama, estas enfadada, ¿no?

- ¿Por qué preguntas? -Samara creía que frente a su hijo ella nunca había revelado su actitud hacia Álvaro, ni había mencionado el pasado. Sin embargo, viéndolo así, ella se preocupó.

Eduardo vacilo por un momento y dijo:

-No creo que el te guste, no quieres que yo lo salve, ¿verdad?

- ¿Te alegra? -Samara le pregunto en vez de responder.

Eduardo se quedó pasmado por un momento. ¿Le alegraba? No, pero tampoco quería que muriera.

-Has vuelto por Laura, ¿no? Pero no dejas de tratar con el desde que llegaste, ¿no es porque el puede salvar a Laura? Si el muere, no habrá oportunidad de salvarla. -Eduardo miro fijamente a su madre, pero ella apenas pudo afrontar su mirada emotiva.

En el momento en el que Álvaro había caído al suelo, ella no había pensado en Laura en absoluto, lo que definitivamente no se atrevía a decir ahora. Viendo la mirada expectante de su hijo, Samara dijo sonriendo:

-Si, por eso has actuado correctamente. Tu lo salvas por tu hermana y por mí, gracias.

- ¡Mama! -Eduardo la abrazo con todo esfuerzo, sintiéndose muy culpable.

Realmente no lo había pensado tanto cuando decidió donar sangre. Esa persona les había tratado mal, ¿pero aun quería salvarlo? Se sintió confundido y vio a Adriano salir con el ceño fruncido.

- ¿Qué te ha pasado? -Eduardo soltó a Samara y miro hacia su amigo.

Adriano parpadeo y dijo:

- ¡Duele mucho! ¡No pensé que doliera donar sangre!

- ¡Idiota! -Eduardo lo regaño con desdén y camino al instante hacia la sala de donaciones.

-Eduardo, te acompaño. -Adriano le siguió voluntariamente.

Eduardo pudo ver claramente a Álvaro tumbado em la sala de operaciones. El hombre que había sido tan animado y orgulloso ahora yacía ahí con la cara pálida. Eduardo de repente sintió que no podía adaptarse a esa escena. Todavía recordaba que no hace mucho Álvaro había hablado con el en la cabina del helicóptero. ¿Por qué paso esto en un abrir y cerrar de ojos?

Eduardo estaba confundido. El medico lo miro y pensó que estaba asustado.

-Tranquilo, no duele. No voy a sacarte demasiada sangre.

Eduardo ignoro al medico y camino directamente hacia la mesa de operaciones. Le dijo al hombre inconsciente:

-Recuerda, me debes tu vida. Hare que lo pagues.

Todos se quedaron atónitos cuando pronuncio esas palabras.

Adriano fue el primero a reaccionar y le dio unas palmaditas en el pecho:

-Eduardo, no te preocupes, también te debo la vida. Mientras me necesites, solo dímelo y lo hare sin duda.

- ¡Fuera! -dijo Eduardo con frialdad. Esa aura asusto tanto a Adriano que casi pensó que Álvaro se había despertado.

El medico también se quedo pasmado por un momento, sintió que Eduardo y Álvaro se parecían demasiado. Pero como Adriano era el heredero reconocido por la familia Ayala, solo podía sacarlo. Eduardo se sentó en la silla y observo como el medico buscaba sus venas y sacaba sangre. De principio a fin, no se quejo de nada y miraba fijamente a Álvaro sin parpadear.

En realidad, Álvaro estaba despierto, pero debido a que había perdido demasiada sangre, no tenia fuerza para abrir los ojos. Había oído todas las palabras de Eduardo, pero le sorprendió bastante que el niño se hubiera ofrecido a donar sangre. Para Álvaro, esto era totalmente inesperado y agradablemente sorprendente.

El medico no se atrevió a exceder la cantidad normal y se detuvo cuando llego a los cuatrocientos centilitros. Eduardo presiono su brazo y salió de la sala sin decir nada.

Al ver a Eduardo salir, Samara se adelantó rápidamente.

-Eduardo, ¿estas bien?

-Mama, tengo hambre. Hazme algo de comer. -Eduardo miro a Samara expectante.

Adriano tambien se metio.

-Samara, yo también tengo hambre. Acabo de perder sangre y estoy muy débil.

En realidad, Samara no quería irse. Quería quedarse y escuchar al médico decir que Álvaro estaba bien y quería verlo fuera de peligro con sus propios ojos. Sin embargo, la mirada expectante de su hijo la hacia incapaz de rechazarlo y al instante se dio cuenta d que Álvaro no merecía su preocupación.

Tal vez esta era una de sus conspiraciones. Mayra la vio vacilar y dijo en voz baja:

- ¿Por qué no te quedas aquí y yo les hago la comida? Quédate.

-No… Eduardo esta acostumbrado a mi comida. Iré. -en ese momento, la voz de Samara estaba algo fría, como si todas las preocupaciones que acababa de tener hubieran desaparecido. Sin embargo, Mayra sabia que ella no estaba tan tranquila como lo parecía.

-Vale, nos vemos después. -Mayra le dio unas palmaditas en el hombro. Ella sabía que Samara era una persona muy resuelta. Ahora que había tomado su decisión, no había posibilidad de cambio. Llevando a Eduardo con una mano y Adriano con la otra, Samara salió de la sala de operaciones. En el exterior ya estaba el sol para darles calor, pero Samara no podía sentirlo.

Eduardo volvió a la habitación y Samara se fue a la cocina. Adriano no dejo de hacer ruido:

-Eduardo, ¿te duele el brazo? ¡me siento mucho mejor! A decir verdad, realmente no espere que donaras sangre a mi padre. ¡Eduardo, gracias! ¡Aunque no lo sepas, cada día te amo más! -mientras hablaba, Adriano se lanzó hacia él.

Eduardo tendió su pierna e hizo que Adriano tropezara y se cayera.

- ¡Cállate! Eres muy ruidoso, silencio. -Eduardo dijo con impaciencia y frunciendo el ceño. Parecía que no quisiera que nadie lo molestara.

Adriano amaso su pantorrilla y dijo algo quejoso:

-Eres como mi padre. ¡Das miedo! Los ignorantes pueden decir que eres su hijo. Mírame. No me parezco en nada con mi padre y no puedo imitarle.

Al instante, Eduardo se quedo aturdido. Miro a Adriano con una expresión complicada y dio un paso adelante. Se sentó a su lado y susurro:

-En realidad, no eres tan estúpido.

-Lo sé, comparado con los demás, no soy estúpido. Solo me siento así cuando estoy contigo. Sin embargo, no me importa. Para mi eres como un hermano. Eres tan inteligente y me protegerás, ¿verdad? En el futuro nadie mandara en nosotros en Ciudad H. tu eres el mayor y yo el segundo. ¡Que prestigioso! -Adriano se rio tontamente, pero Eduardo se sintió incomodo.

-No me quedare mucho tiempo en Ciudad H.

- ¿Por qué? ¿Dónde vas? Sea como sea, Eduardo, ¡no puedes dejarme! -Adriano abrazo a Eduardo de golpe como si se pudiera ir en cualquier momento.

A Eduardo en realidad no le gustaba que lo tocaran. Excepto Laura, nadie lo había abrazado. Pero viendo a Adriano delante de él, ya no quería separarse de su amigo después de tantos días.

-De todos modos, no me quedare mucho tiempo en Ciudad H. volveré a Estados Unidos, allí está mi casa.

- ¡Estados Unidos! No pasa nada. Puedo pedirle a mi padre que me lleve en avión. Te seguiré la vida entera. -a Adriano no le importaba nada. Solo quería estar con Eduardo.

Sin embargo, Eduardo dijo en voz baja:

-No puedes dejar que Álvaro vaya a Estados Unidos.

- ¿Por qué? -Adriano le dirigió una mirada dudosa a Eduardo con sus ojos bien abiertos.

Eduardo volvió la cara y dijo con incomodidad:

-No puedes dejarlo ir de todos modos. Si todavía me consideras tu amigo, no menciones a tu padre. Juego contigo porque eres mi amigo, por nada más.

-Vale, vale. No diré nada. Siempre que me reconozcas como tu amigo. -Adriano se apoyó en el hombro de Eduardo con felicidad y bostezo. -Eduardo, tengo mucho sueño. Voy a dormir un rato, llámame cuando la comida este lista. No comerás todo tu solo, ¿verdad? -al terminar de hablar, inclino la cabeza y se quedó dormido.

Eduardo arrugo el ceño otra vez, Adriano era realmente muy inocente. Sin embargo, con la mirada llena de disgusto, Eduardo empujo suavemente a Adriano a la cama al lado y le cubrió con la colcha.

Justo cuando Samara volvió, vio esta escena. Por un momento, creyó que estaba viendo a Eduardo cuidar minuciosamente de Laura.


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