Ciudad de Aberdeen, veintiún años atrás
Garan cruzó sus brazos y observó con perplejidad cómo su pequeño ángel caminaba alrededor, arrastrando varios patitos con una cuerda.
Era adorable, pero también sentía un poco de lástima por los patitos que eran arrastrados.
—¿Qué... estás haciendo Altea? —preguntó, inclinándose para estar a su altura—. ¿Estás segura de que no los estás lastimando?
—No, no, Garan —lo corrigió Altea pacientemente, pareciendo una pequeña adulta encantadora—. ¡Esta cuerda se usa para guiarlos!
—No sabes. Son tan estúpidos —sus cejas se fruncieron y sus mejillas regordetas se inflaron al hablar—. ¡Saltarían a la carretera si no lo hiciera!
Luego lo miró con toda la seriedad que pudo reunir—. Los salvo, ¡como una heroína!
Garan contuvo su sonrisa, acariciando su cabeza—. Sí, sí, las cuerdas salvaron sus vidas —rió—. Mi Altea es increíble.
_____Aldea Guía, Presente