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—¿Dónde estaba este señor cuando su territorio estaba siendo destruido, sus ciudadanos devorados? —Estaba bebiendo té en su habitación, muy tranquilamente, lejos en el centro del territorio, aún más protegido por un muro de piedra nivel 3 con una cantidad decente de centinelas.
El apuesto hombre de mediana edad con rasgos marcados miraba por la ventana de su habitación, contemplando con extraña satisfacción a la gente corriendo alrededor, tratando de arreglárselas.
Destilaba el encanto de un hombre maduro. Sin embargo, su expresión era extraña. Parecía relajado y contento mientras estaba sentado allí pero... estaba observando una visión trágica.
Más precisamente, no podía ver lo que sucedía fuera de los muros interiores, pero los gritos resonaban y el humo y el polvo le decían que el caos había estallado.
A Amon Fargo siempre le encantó —saboreó— esta vista: un poco de caos, un toque de pasión, y una pizca de desesperación.