La noche pasada me dejaron hacerles lo que quisiera. La seis se pusieron frente a mí. De pie. Mostrándome sus cuerpos desnudos. Riendo. Manoseando sus pechos. Desde los modestos de Liang hasta los abundantes y esponjosos de Song. Lang roja. Luego se dieron la vuelta. Inclinándose. Mostrándome sus culos. Sus piernas semiabiertas. Sus vaginas ligeramente visibles.
No resistí la tentación más de unos pocos segundos. La de manosear aquellos culos lujuriosos. La de penetrarlas. La de saborear sus pechos. Sus labios. Toda su piel. En llevarlas al clímax. A mí junto a ellas.
Claro que eso fue ayer. Esta mañana han decidido que harían lo que quisieran conmigo. Por suerte, la primera fue Liang. Fue tremendamente dulce. Y el resto ha sentido envidia. O inspiración. Así que ha sido una mañana de sexo plácido y relajante.
En cuanto a las otras, he decidido follarme a Rong y Bronceada solo una vez al día. Dos es lo óptimo, pero las voy a dejar por debajo de Ning y Rui. Por lo que con una vez para absorber su qi es suficiente.
Así que anoche le tocó a Rong. La hice sentarse sobre mí. Mirándome. La hice besarme mientras se movía. Mientras era penetrada por el culo. Y gemía a su pesar.
Ning fue mucho más efusiva que ella. Demasiado efusiva. No dejaba de gemir. De moverse apasionada. Su lengua casi llegaba a mi garganta. Sus más que decentes pechos presionaban contra mí. Su culo, muy apretado. Me hacía difícil controlarme. Y eso que no piensa tanto en mi placer como en el suyo. A no ser que la amenace sin sexo.
Rui fue igual de apasionada. Pero más dedicada a mí. Más preocupada por hacerme sentir bien. Así que la hice correrse varias veces. Hasta llenarla de mí. Casi dejándola agotada.
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Ahora, las chicas se están dando un baño todas juntas. Wan incluida. Una vez más, roja. Se ríen de ella. Aunque no parece que lo hagan de mala fe. No parece que se sienta mal por ello. De hecho, las gemelas me dijeron secretamente que estaba encantada. Siempre había sido algo solitaria. Nunca había estado con tanta gente con la que se llevara bien. Aunque les guste avergonzarla. No sé muy bien con qué. No me lo han dicho.
He llamado a Bronceada.
–Chúpamela– le ordeno.
–¿Por qué voy a hacerlo…?– se resiste.
–¡Hiiiic!– chilla el ratón.
–¡Aléjalo! ¡Aléjalo de mí!– entra ella en pánico.
–¿Obedecerás?
–¡Haré lo que quieras!– se rinde, asustada.
–Vuelve– le digo a la ratona, aunque no sirva para nada decirlo. Lo hago a voluntad, no con palabras.
La envío de vuelta. La dejo con las gemelas. Parece que les divierte asustar a Wan con ella. Le tiene algo de miedo, aunque no pánico. Supongo que se acostumbrará. A Rayitas casi la acaricia.
–Chupa.
Me mira con odio y miedo. Pero obedece. Acerca su boca y toca mi miembro con los labios. Un poco con la lengua.
–Métela dentro.
Me mira un momento con rabia. Aprieta el puño. Pero lo hace.
–Usa la lengua– le ordeno.
Dejo que se ponga erecto en su boca. Ella mueve la cabeza sin muchas ganas. Estoy usando Armadura Interior por si acaso. No me fío de ella
–Si no lo vas a hacer con un poco más de ganas, ya me encargo yo.
Y, tal y como lo digo, la cojo del pelo. Empujo hasta el fondo de la garganta. Me muevo como si estuviera follando su boca. Y aun soy menos duro de lo que ha sido Rui con ella.
–¡Usa la lengua!– le exijo.
Lo hace, aunque muy forzada. En cierta forma, es excitante hacerlo así. Aunque lo que pretendo es someterla un poco más. Me detengo. Saco mi miembro y la hago mirarme. Ella tose y respira.
–¿Vas a hacerlo tú, o sigo yo?
–Yo– responde en casi un murmullo.
–Bien. Empieza.
Esta vez se esfuerza un poco más. Dejaré que Ning, Rui y Rong le den algunos consejos. Mis manos siguen sobre su pelo. Pero no la fuerzo. Su cuerpo desnudo es atractivo. Ning y Rui me miran desde un lado. Finalmente, me corro. Le hago tragárselo. Sujetándole la cabeza. Impidiéndole apartarse.
–Ning, que esté mojada. Ponte a cuatro patas.
Eso hace. Excitada. Su boca sobre el coño de Bronceada. La penetro mientras la lame. Sus pechos rebotan. Gime mientras continua su trabajo. Bronceada intenta no correrse. Se resiste. Ning no. Solo se corre una y otra vez. Ansía hacerlo.
Cuando acabo con Ning, cojo a bronceada. La levanto. Yo de pie. Dándome la espalda. Sus piernas dobladas y abiertas. Mis brazos levantan sus piernas por las rodillas. Sus brazos, quedan atrapados entre medio. Se corre en cuanto la penetro.
–Parece que te gusta esta posición– le susurro al oído.
Ella aprieta los dientes pero no dice nada. Su cuerpo totalmente expuesto. Sus abdominales. Su piel blanca y la bronceada. Totalmente a mi merced. Entro y salgo de ella. Su piel rozando contra la mía. Puedo ver sus pechos oscilar. Su respiración acelerada. Su rostro tenso, negándose a aceptarlo. Maldiciendo cuando se corre. Así que le fuerzo otro orgasmo enseguida. Y otro.
Mientras, sigo practicando con Armadura Interior. Absorbiendo su qi. Aumentando su contenedor, por ahora.
–Aunque seas una cabezota, eres bastante sexy. Voy a llenarte– le susurro.
Ella se pone algo rígida. Así que la hago correrse de nuevo. Y yo en ella. La devuelvo jadeando. También a Ning.
Dejo que Rui me limpie. Se siente muy bien en su boca. Así que al final me acabo corriendo en ella. Se lo traga con deleite. Luego la hago acostarse. Boca arriba. Es lo más cómodo para lo que tenemos que hacer.
–Ya sabes cómo va.
–Sí, Amo.
La penetro. Está mojada. Gime. Inmediatamente se concentra en sus meridianos. Y yo la ayudo a abrirlos. A llegar a la etapa ocho. No tardamos en conseguirlo.
–Buena chica, lo has hecho bien– la alabo, besándola en la frente.
–Gracias, Amo– sonríe ella.
Es como una mascota fiel. Supongo que tengo que recompensarla. Así que decido llevarla al orgasmo una y otra vez. Embistiendo sin parar. Estrujando sus modestos pechos. Forzando mi lengua en su boca. Que ella acepta con pasión. Me mira fijamente. Sin dejar de jadear. Su espalda se arquea varias veces. Sus piernas levantadas. Abiertas. Las empujo hacia ella con mi cuerpo.
–¡AAaah! ¡¡Ammoooo!! ¡¡AaaaaaaaAAHH!! ¡¡¡¡HHHHHAAAAAaaaaHHH!!!! ¡¡Amooo!!
Quizás me he pasado. Espero no tener que necesitarla luego. La dejo durmiendo.
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No ha habido grandes problemas para llegar a las cuevas. Las mismas en las que encontramos a Bai Wan. Y en la que las gemelas pudieron seguir con su venganza.
Shi está algo decepcionadas. Tiene cada vez más confianza en sus habilidades. Y querían encontrar alguna criatura para entrenar. No hace mucho que está en la etapa ocho. Pero nada ha llegado durante su turno.
No tenemos tiempo para perseguir y cazar. Así que solo atacamos si están cerca. Y la única posibilidad de que eso pase es si nos atacan. Y solo un par de osos negros lo han intentado. Estaban en la etapa seis. Yi ni siquiera me ha dejado ayudarla. Está un tanto impaciente. Pero aún les quedan unos días para llegar a la ocho. Yu lo lleva mejor. O eso parece. Es algo más introvertida y se le nota menos.
En cuanto a Wan, sigue como siempre. Si Yu es algo tímida e introvertida, ella la sobrepasa con mucho. Excepto cuando hay plantas o habla de alquimia. Me da algo de envidia su pasión. Yo no tengo nada que me absorba tanto. Claro que, como esclavo, tampoco he tenido la oportunidad.
No encontramos rastros en las cuevas. Parece que estamos solos. Así que nos acomodamos en la misma que la vez anterior. La que pertenecía a Jia Xu, Bai Xuan y Bai Wan. Es fácil de defender.
Así que devuelvo a Shi y llamo a Rong. Decido practicar a imbuir qi al bastón. Así que la hago cabalgarme. Yo sentado. Ella de espaldas a mí. Está cerca de la etapa siete. Podría subirla en cualquier momento. Pero esperaré a que Ning esté en la ocho.
Alterno practicar qi con jugar con ella. Con atraerla a mí y pellizcar sus pezones. O azotar sus nalgas. Ella simplemente obedece. Sin demasiada pasión. Aunque, cuanto está cerca del orgasmo, acelera. No sé si se da cuenta de ello.
La devuelvo cuando ha bajado suficiente su qi. No me preocupo en correrme en ella. Se lo dejo a Ning. Que me hace un felación hambrienta. Sigo sorprendiéndome que sea así. A ella y a Rui las pongo sobre la cama. Boca arriba. Sus piernas en ángulo recto hacia el techo. Es cómodo penetrarlas así.
–¡¡Aaah!! ¡Amo! ¡¡Sssssssiiiií!! ¡¡HHhaaaaAAHH!!– gime Ning, mientras se masturba y la penetro analmente.
Lo único malo de esta posición es que sus pechos quedan lejos. Aunque es un espectáculo verlos. Mientras rebotan. Mientras ella misma se los acaricia con una mano. La otra está frotando más abajo.
Rui ha sido más sumisa. Aunque se notaba que lo disfrutaba. Sin embargo, también se preocupaba de que yo lo hiciera. Apretaba su culo para darme más placer. Me miraba con lujuria mientras se sujetaba ambos pechos. Tentadora. Provocativa.
–Rui aprieta mucho mejor que tú. Creo te follaré menos– amenazo a Ning.
–¡¡Aaah!! ¡Noo! ¡¡Amooo!! ¡¡Lo haré mejor!! ¡Hhaaahhh!– promete.
De hecho, empieza a esforzarse. No sé cuántos días le durará hasta que se olvide. Tengo que amenazarla sin sexo de vez en cuando.
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Llamo a las chicas, incluida Wan, Rayitas y Terror. La rata mira a la pequeña tigre con miedo. Aunque ya no parece tan aterrada. De todas formas, se oculta en mi regazo.
–¡Eh! ¡Yo también quiero estar allí!– bromea Liang.
Wan mira en la dirección y se sonroja. Aparta la mirada. El resto se ríe. Se sonroja más. Las mira enojada. Les saca la lengua. Parece que realmente se está adaptando. Rayitas está dando vueltas por la cueva.
–Alguien viene– avisa Song.
Está de guardia. Todos nos callamos. No tardamos en oír los pasos. Y voces. Se paran a la entrada de la cueva. Frente al pequeño pasadizo.
–¿Hola? Hemos oído voces. ¿Quién está ahí? Soy Ma Lie. Solo queríamos charlar un rato con alguna de las chicas que están aquí– grita de pronto una voz.
No me gusta el tono. Hay arrogancia en él. Y amenaza ¿Ha fallado el escudo? No deberían haber oído nada. ¿Quizás no deberíamos haberlo puesto solo en el pasadizo de entrada?
–¿Alguien sabe quién es?– pregunto.
–Me suena de algo, pero no recuerdo…– se disculpa Wan.
El resto simplemente niega con la cabeza.
–¿Quizás las otras?– sugiere Shi.
Llamo a las otras cuatro. Bronceada parece algo sorprendida. No le toca. Y estamos todos. Rui baja la cabeza tras ver a Song y Shi. Ning sigue teniéndole miedo a Song.
–¿Conocéis a un tal Ma Lie?– susurro.
–Vamos, solo queremos pasar todos un buen rato. Han sido días muy duros– añade otra voz.
Ning y Rui niegan con la cabeza. Es normal. Hay muchos estudiantes por debajo del reino del alma. Solo unos pocos han ido en esta expedición. La otras dos tampoco dicen nada. Song coge del pelo a Rong. La fuerza a que la mire. Amenazante.
–¿Qué sabes?– la interroga y asusta.
–Es… Es un gilipollas. Él y su grupo de matones solo piensan en divertirse y acosar a las chicas. Y es bastante testarudo. Fue varias veces mi… cliente– explica Pu Rong, intimidada.
–¿Nivel?– pregunta Yi, seria.
–No lo sé, no estoy segura, hace tiempo…– se disculpa Rong. Está un poco asustada. No debería haber intentado ocultar lo que sabía.
–Tú, ¿qué sabes?– le exige Shi a Bronceada.
Si le pregunta, es que ha visto algo en su actitud. Shi también es muy perceptiva.
–Nada…– niega la ahora esclava, aunque creo que ninguno nos la creemos.
Shi se acerca a mí y coge con suavidad a Terror. No parece que este le tenga miedo. Con él, se acerca a Bronceada.
–…no nos moveremos de aquí hasta que alguien venga a darnos la bienvenida. Deberíais ser más hospitalarias. Si no, nadie saldrá– grita otra voz. Se oyen risas.
–No nos hagas perder tiempo. Di lo que sepas– exige de nuevo Shi.
Bronceada retrocede, asustada. Pero no tiene a donde ir
–Hiic. Hiiiiic– chilla Terror. Supongo que lo imagino, pero parece divertirse.
–Apártala… ¡Él está en la etapa nueve! Tiene otro en esa etapa. Y un par en ocho. Debe de haber dos o tres más en siete. Es todo lo que sé. Por favor. Apártala– confiesa, aterrada.
–Si vuelves a ocultarnos algo, no habrá piedad. ¿Lo entiendes?– amenaza Shi, muy seria, dándole una patada.
–Sí… Sí…– responde aterrada Bronceada.
–Es peligroso. ¿Deberíamos esperar? No podrán entrar– sugiere Yu.
–Ahora lo recuerdo. Son bastante estúpidos y cabezotas. Con la fama que tienen, igual no se irán– avisa Wan, preocupada.
No tiene una solución fácil. Si atacamos, no tenemos seguridad de vencer.
–Si pudiéramos distraerlos de alguna forma y atacar por sorpresa…– propone Song.
–Pero, ¿cómo los distraemos?– pregunta Yi.
–Dándoles lo que quieren– responde Shi, mirando a Rong de reojo.