Cuando llegamos, los estudiantes van a descansar. O a intercambiar sus ganancias por puntos de contribución. O quizás a visitar a amigos, familiares, amantes… O ir de putas. O putos. Los esclavos tenemos trabajo que hacer.
Yo me estoy con el grupo que se encarga de guardar los diferentes suministros. Como tiendas de acampar. O utensilios de cocina. De momento, solo los llevamos. Nosotros u otros esclavos se encargarán de limpiar, reparar y almacenar.
Es un tanto agotador. Ha sido una larga caminata. Y ahora a llevar todo esto. Sin descanso. Yo lo aguanto bien. En realidad estoy en la etapa nueve. Pero los que están en la uno están sufriendo. Y los que ni siquiera han llegado, están agotados. Ayudo lo que puedo, pero sin mostrar mi poder. Tengo que disimular.
Hago ver que estoy agotado cuando vuelvo a mi habitación. Miro de reojo a Shu y Ai, aunque simulo no verlas. Sin embargo, tal y como me temía, poco después alguien llama a la puerta.
–¿Kong? ¿Podemos pasar?– se oye la voz de Shu.
No tiene sentido demorarlo. Tarde o temprano habrá que hacerlo. Respiro hondo.
–Pasad– accedo, con voz cansada. O al menos eso intento que parezca.
Ellas entran y me miran. Su rostro preocupado. Supongo que se temen lo peor.
–¿Liang?– pregunta Ai, casi en un murmullo.
Yo niego con la cabeza. Sin mirarlas. De hacerlo, no sé si podría mentirles. Pero no puedo decirles la verdad. Si las interrogaran, aunque fuera por otra causa, igual tendrían que confesar.
Se quedan un momento quietas. Congeladas. Pálidas. Incapaces de reaccionar. Es cierto que los esclavos estamos acostumbrados a perder amigos. Pero eso no quiere decir que no nos duela. Si seguimos como si nada, es porque no tenemos otro remedio. No podemos quedarnos en la cama llorando. Por mucho que queramos.
Shu se tira a mis brazos. Llorando. Me abraza. Ai hace lo mismo poco después. No puedo sino abrazarlas. Darles palmaditas en la cabeza. Acariciar su cabello. Incluso acabo llorando, contagiado por ellas. Puedo sentir su pena. Me siento terriblemente culpable por hacerlas pasar por esto.
Acaban durmiéndose abrazadas a mí. Ni siquiera puedo pensar en sexo. Aunque lo había estado deseando días atrás. Sobar las enormes tetas de Ai. El culo de Shu. Pero ahora no puedo sino pensar en consolarlas.
Me aseguro de que no despierten y llamo a Liang, Song y Shi. Shi me mira y sonríe. Me besa suavemente en los labios. Song me abraza por detrás. Liang me da un beso en la mejilla y se las queda mirando.
–Lo siento– les pide perdón en voz baja, aunque no puedan oírla.
Les acaricia suavemente el pelo. Suspira. Y se acerca a mí. Estoy sentado a un lado. A pesar de la situación, de sentirme culpable y algo deprimido, no puedo dejar de excitarme. Los pechos de Song se aprietan contra mi espalda. Shi está sentada junto a mí. Sonriendo afectuosamente. Desnuda. Y Liang, también desnuda, se acerca a mí.
–Oh. Parece que está despertando– comenta como si nada, mirando hacia mi entrepierna.
Shi alarga la pierna. Me acaricia el miembro con el pie. Song se mueve a mi espalda. Puedo sentir sus pechos masajeándome. Liang se sienta sobre mis piernas. Coge el miembro con la mano. Me mira.
–No ha sido tampoco fácil para ti. Tenemos que animarte un poco– me sonríe.
Pero no puedo ver mucho más su dulce sonrisa. Sus labios bajan y se cierra sobre mi miembro. Lo chupa con suavidad. Acariciándolo con la lengua. Envolviéndolo.
Shi me hace girar la cabeza hacia ella. Reclama mis labios. Mi lengua. Mientras sus pechos se aprietan contra mi brazo.
Song sopla en mi oreja. La muerde. La lame. Sensualmente. Sin dejar de restregar sus pechos.
No tardo en estar totalmente erecto. Liang se levanta y se sienta sobre mí. Agarrando mi pene. Para guiarlo a su interior. Está mojada. Se mueve despacio. Envolviéndome con su vagina. Mientras me ataca la otra oreja.
Mi mano libre llega hasta sus nalgas. Acaricio su piel. La estrujo. La suelto. Disfruto de su tacto. De su elasticidad. A veces bajo por su pierna. Acariciándola. Con un poco de qi. O por su espalda.
Mi otra mano consigue llegar a la entrepierna de Shi. Ella da un respingo. Inmediatamente, abre un poco más las piernas. Aceptándome. Sin dejar de atacar mi boca. Una mano acaricia mi culo. La otra se mueve por mi tórax. Recorriéndolo. A veces apretando. A veces solo tocándolo con la punta de los dedos. Poco a poco, se va mojando.
Las manos de Song compiten con la de Shi en mi tórax. Acariciándome desde atrás. Sin dejar mi oreja. Después me vengaré de ella.
Liang sigue suave. Pero va acelerando a medida que se acerca al orgasmo. Suelta mi oreja. Pero no se aleja mucho. Oigo sus gemidos ahogados muy cerca. Su respiración agitada.
–¡Aah! ¡Kong! ¡Aah! ¡Aaah! ¡¡¡AAAAAAaaahhh!!!
Su cuerpo se estremece. Su vagina me aprieta. Estoy a punto de correrme en ella. Pero quiero aguantar un poco más.
Shi está a punto de llegar también a un orgasmo. Me muerde la lengua. Aunque con suavidad. La escondo por si acaso. Liang ha empezado a moverse de nuevo cuando Shi se estremece.
Esta vez Liang es más intensa. Su cuerpo se mueve casi con violencia cada vez que baja. Cada vez que la penetro hasta el fondo. Muevo mi mano a su espalda. La atraigo hacia mí. Para notar su piel restregándose a la mía. Su aliento en mi cuello.
Sube y baja salvajemente a medida que llega al orgasmo. Su vagina envuelve mi miembro con fuerza. Lo aprieta. Me resulta difícil resistir más. Y tampoco quiero. Exploto dentro de ella. Llenándola. Estremeciéndonos los dos.
–¡¡¡AAAAAaaaaaaahhhhh!!!– gime con fuerza.
Mientras, Shi se mueve sobre mis dedos. He parado un momento y ella ha empezado a hacerlo. Está totalmente mojada. La dejo hacer mientras me besa. Mientras sostengo durante un rato a Liang.
–Es su turno– me dije finalmente ella.
–¡Iiiih!– exclama Shi, cogida por sorpresa.
–¡Kong!– se queja Song.
Cuando Liang se ha levantado, me he abalanzado sobre Shi. A traición. Tirándola sobre la cama y penetrándola.
En cuanto a Song, ha caído junto a mí. Boca abajo. He aprovechado para atacar su entrepierna. Está mojada. Introduzco un dedo. Con el pulgar, juego por su superficie. Acaricio su clítoris por encima de los pliegues que lo protegen.
–¡¡Aaah!! ¡Kong! ¡Ah! ¡Aaah! ¡Malo! ¡Aaaaah!– se queja Shi entre gemidos.
Entro y salgo de ella. Está boca arriba. Acaricio la pierna que tiene levantada. Sobre mi hombro. Me gusta verla disfrutando. Sus modestos pechos oscilando.
–¡Malo! ¡Rencoroso! ¡¡Mmmmm!!– protesta Song, mordiendo las sábanas.
Está bocabajo. Su culo pecoso ligeramente levantado. Lujurioso. Con mi mano entrando desde allí. Moviéndose. Inspeccionado el interior de su vagina. Jugando con sus puntos más sensibles.
Liang me acaricia desde atrás. Como antes hacía Song. Sus manos sobre mi tórax. Con delicadeza. Noto sus pezones erectos clavándose en mi espalda. Sus labios besándome el cuello. Chupándolo. Incluso mordiéndolo, con suma delicadeza
––¡¡¡AAAAAaaaaaahhh!!–– gimen las dos al mismo tiempo.
Me inclino sobre Shi. Sus labios me reciben abiertos. Húmedos. Sabrosos.
–Atácala ahora– me susurra, intrigante, pícara.
Nos separamos reluctantes. Me sonríe. Saco entonces la mano de las partes de Song.
–No. Espera. ¡¡¡AAaaaaaah!!! ¡Kong!– Song gime y protesta. Aunque más que protestar, me estaba incitando.
La penetro desde atrás. Alzo más su culo. Sus pechos y cabeza están contra la cama. Mis manos se colocan sobre sus caderas. Acariciándolas. Agarrándolas. Ayudándome a empujar profundamente en ella.
–¡¡Mmmmm!! ¡Kong! ¡¡¡AAAaaaaahh!!! ¡¡Malo!! ¡¡HHAAaahhh!! ¡¡MMMmmmmMM!!– gime y se queja, más bien jugando y disfrutando.
Dejo sus nalgas y me inclino sobre ella. Encuentro sus abundantes pechos pegados a la cama. Mis manos se meten entre medio. Disfrutando de su tacto. De su textura. De su reacción cuando añado qi a sus pezones.
Su pelo naranja cae sobre su espalda y la cama. Sus brazos extendidos hacia arriba. Sus manos sujetan con fuerza las sábanas. Su vagina siendo penetrada una y otra vez. Envolviéndome. Dándome placer en cada embestida.
–¡Aaah! ¡Rencoroso! Mmmmm!– me acusa cuando le muerdo, chupo y beso la oreja.
Shi y Liang, mientras tanto, se han puesto una a cada lado. Abrazadas a mí. Besándome con suavidad. Mientras penetro a Song no con tanta suavidad.
Finalmente, Song y yo llegamos al orgasmo. Se estremece. Muerde con más fuerza las sábanas mientras descargo mi semen en ella. Mientras estrujo sus pechos.
–Pesáis…– se queja al cabo de un rato.
Me he quedado sobre ella. Y Shi y Liang sobre mí. Nos reímos. Nos besamos. Charlamos. Y nos despedimos al cabo de un buen rato. Han sido muy dulces. Por mí. Las quiero.
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Yi y Yu están tumbadas sobre la misma cama. De lado. Charlando. Desnudas. Sin que se den cuenta, las llamo, con cama incluida. Antes de que puedan reaccionar, me tiro sobre la cama. Entre las dos.
–¡Ah! ¡Kong! ¡Tonto! ¡Me has asustado!– se enfada Yi.
–Kong… ¡Aaah!– protesta tímidamente Yu, gimiendo en voz baja al sentir su culo siendo agarrado por mi mano.
Estoy entre las dos. Con sus dos culos idénticos en cada una de mis manos. Yu es la primera en besarme. Nuestras lenguas se entrelazan. Nuestra saliva se mezcla. Nuestros labios se solapan. Estamos casi un minuto besándonos.
Me giro. Yi me está mirando. Su cara ligeramente enrojecida. Excitada. Me ataca con sus labios. Abrazándome a la vez. Mientras me besa, noto el cuerpo de su hermana apretado contra el mío. Sigo sin soltar ninguno de sus culos.
–¿Cuál de mis gemelas favoritas es la primera?– les pregunto.
Sé que lo deciden entre ellas. Así que acato su veredicto.
–Yu– dice Yi, casi en un susurro, ligeramente inflando las mejillas.
Supongo que ésta vez ha perdido en cualquiera que sea el juego. Es muy mona. Le beso en la nariz. Ella se retrae, sorprendida y algo avergonzada por ser tratada como una niña.
Me giro hacia Yu. Nuestros cuerpos se entrelazan. Mi pierna. Su pierna. Mi pierna. Su pierna. Mis dos manos en sus nalgas. Sus manos en las mías, desafiantes. Nuestros labios unidos.
Se mueve para ponerse sobre mí. Para introducir mi pene ya erecto en su vagina ya mojada. Se muerde el labio. Está muy sexy. Se inclina sobre mí, pero sin llegar a tocarme. Nuestros labios muy cerca, pero demasiado lejos. Sus pechos se bambolean mientras se mueve. Sus manos se apoyan en mi pecho. Las mías juegan a veces con los suyos. Otras, se mueven por el resto de su cuerpo. Explorándolo. Reclamándolo.
Acelera con su excitación. Sus pechos cada vez oscilan más rápido. Hipnóticos. Sus gemidos son sensuales. Como la calidez de sus nalgas en mis manos. Su espalda se curva hacia arriba. Se tensa. Su boca se abre más. Su respiración se acelera. Sus gemidos se hacen más fuertes. Y luego cae sobre mí, descansando un momento.
Para mi sorpresa, no continua. Aunque puedo ver su mirada reluctante al hacerlo. Sin tiempo para pensar en ello, mi miembro vuelve a entrar en otro agujero. Esta vez es Yi la que me cabalga. La que se mueve sobre mí. La que me folla. Igual de sensual que su hermana. Igual de deliciosa. De erótica. Y, a la vez, diferente. Especial. Las dos son preciosas.
Cuando se corre, también se dispone a salir. Reluctante. Pero no la dejo. Me doy la vuelta. Ella contra la cama. Quiere protestar. Pero ahogo sus protestar al embestir. Aún no se ha recuperado de su orgasmo.
–¡¡Aaahh!! ¡¡No!! ¡Kong! ¡Espera! ¡¡Aaaaah!! ¡Yu! ¡Traidora!
Yu no se queja. Esta apretada a mí. Sonriendo burlona a su hermana. Me ha susurrado que lo hiciera.
Yi no puede sino sujetarse a la cama. Su espalda arqueada. Su cabeza hacía atrás. Se tensa a cada embestida. Sus ojos cerrados. Tienes varios orgasmos pequeños, hasta que finalmente nos corremos los dos en una última explosión. Se queda sobre la cama. Exhausta. Recuperando la respiración. Yo lanzo a su hermana sobre ella.
–Tienes que cuidarla– le digo.
–No. Kong. Si haces eso. Yi seguro que…– intentan protestar Yu.
Pero no le hago caso. También tengo que darle a Yi la posibilidad de vengarse. No puedo tener preferencias. Las dos son muy sexys y apretadas. Y adorables.
La penetro por detrás. Con la hermosa vista de su culo ante mí. Su hermana la agarra.
–No… ¡Yi! ¡Déjame!
–Ni hablar– ríe ella.
Le pellizca los pechos mientras me la follo. No tarda en rendirse al placer. Como antes lo había hecho Yi. Son encantadores sus gemidos ahogados entre los pechos de su hermana, mientras está la molesta un poco. Su culo temblando a cada embestida. Su cabello rubio totalmente desmelenado.
La llevo a un orgasmo tras otro. Cada vez más excitada. Y yo también. La sensación del roce con las paredes de su vagina es demasiado estimulante. Sus gemidos, muy sensuales. Tener a las dos gemelas, irresistible.
Tras corrernos, caigo sobre ellas. Nos quedamos un rato en esa posición. Yi acaricia a su hermana el pelo, ahora con suavidad. Con mimo. Esta se acomoda en los suaves pechos de su hermana. Mis manos se mueven por las pieles de ambas. A veces nos besamos.
–No abuses mucho de Ma Lang– ríe Yi.
–Sé bueno con ella. O malo– ríe también Yu.
Las envío de vuelta, lamentando no poder pasar más tiempo con ellas. Con todas. Pero solo soy uno. Y mi tiempo es limitado