Llamo a Bang Rui para que vigile. Y a Rong. Esta parece confusa. Cuando me ve, se tapa. Está desnuda. Ignoro esa acción.
–Chúpamela.
Duda unos instantes, paralizada. Rui la empuja hacia mí, bruscamente. La pone de rodillas. Coge mi miembro, indecisa. Se lo pone en la boca. No es una experta. Pero tampoco es la primera vez. Cuando está completamente erecto, la cojo del pelo. Fuerzo que se lo trague hasta el fondo. Se resiste un poco. La suelto y tose. Penetro otra vez su boca. Y otra. Hasta que es capaz de engullirlo del todo. Por si acaso, tengo "Armadura Interior" activada.
Que llore no me afecta. No mucho. La odio por querer matarnos. Por hacer sufrir a Liang. Curiosamente, me he dado cuenta que a Rui y Ning ya no las odio tanto. No las he perdonado, pero no siento tanta hostilidad hacia ellas. ¿Quizás por que son muy obedientes? Eyaculo dentro de ella. Le fuerzo a tragarlo. Tose.
–Contra el árbol. Abre las piernas y deja de llorar.
Eso hace. Le meto un dedo en su vagina. Mi otra mano aprieta su nalga izquierda. Inyecto qi. Aunque no quiera, siente placer. Y se va mojando. Cuando es suficiente, la penetro. Ella se tensa. Me inclino hacia ella. Agarro sus pechos desde atrás. Mi boca respira en su oreja.
–Te voy a follar todos los días, un par de veces. Así que acostúmbrate. Mejor para ti si disfrutas– le susurro.
Sigue apretada. Pero está lo suficientemente lubricada. Se le escapan gemidos. Estrujo y estiro sus pechos. Algo violentamente. También añado qi. Y fuerzo su contenedor. Está a mitad de la etapa seis. Su cuerpo no puede evitar el placer. Cada vez está más mojada. Pero su lealtad sigue siendo la misma.
–Supongo que me odias. Pero sin mí estarías muerta, como tus compañeros– le vuelvo a susurrar.
Ella se tensa otra vez. Pero no dejo de penetrarla.
–A partir de ahora me llamarás. Amo. ¿Lo has entendido?
–S…Sí.
–¿Sí qué?
–Sí, Amo.
–Bien. Ahora muévete tú– le ordeno.
Está inclinada contra el árbol. Mueve su culo contra mí. Despacio. Dubitativo. La doy una fuerte palmada en el culo.
–¡Ay!
–Hazlo más fuerte.
Obedece. No tiene otro remedio. La dejo hacer. Aunque voy inyectando qi. A medida que se acerca al orgasmo, acelera. No sé si da cuenta. Está sudando. Y gimiendo. Se corre.
–No está mal. Veo que te has divertido. Ahora me toca mí– la provoco.
Pero no parece reaccionar. Tampoco su lealtad. No se si se sentirá humillada. Pero sigue al mínimo. Parece que llevará tiempo. ¿Quizás debería probar con el dolor? La empujo contra el árbol. La empotro contra él. La follo así. Dejando que la corteza se dibuje en su pecho. Solo con su culo ligeramente separado. Hacia mí.
La cojo del cuello. Aprieto un poco. Inyecto qi al mismo tiempo. Dándole placer y dolor. Con cada embestida la presiono contra el árbol. Intenta resistirse al principio. Luego solo clava con fuerza sus uñas al tronco.
–¡Hah! ¡¡Aaah!! ¡¡HaaAHH!!
No deja de gemir con desesperación. Prolongo su placer. Tiene la lengua fuera. Babea. Nos corremos a la vez. Ella se desploma. La dejo allí. Respirando pesadamente en el suelo. El semen goteando de su vagina. La marca de la corteza grabada en su piel. Su mirada perdida. Parte de su cara cubierta de su propia saliva. Exhausta. Reluctantemente satisfecha.
Pongo a Ning a vigilar. Y a Rui contra el árbol. La penetro analmente. Mezclando sus jugos y los de Rong. La he hecho prepararse antes.
–Míranos– le ordeno a Rong.
Obedece. Desde el suelo. Y Ning también nos mira de reojo. Goteando en su entrepierna.
–Y bien, ¿te gusta?– le pregunto a Rui.
–¡Sí! ¡¡AaAaaaah!! ¡Amo es el mejor! ¡¡¡¡HHHAAAAAaaaaHH!!!! ¡Mi culo está lleno de Amo! ¡¡¡AAAAAAAaaAAAaaaaaahhh!!!
En su vagina hay dos dedos. Mi otra mano en su pecho. Su culo apretado. Mi miembro entrando y saliendo de su culo. No disimula que lo está disfrutando. Miro de reojo a Rong. No parece haber ninguna reacción en ella. Ni siquiera de disgusto. Quizás está en shock por todo lo que ha pasado. Como sea. Esta noche la haré experimentar algo más.
–Para esta noche, prepárale el culo.
–¡Aaaaaah! ¡Sí Amo! ¡¡¡HHHHHHAAAAAAaaaaaAAAAAAAAAAHHH!!!– se corre Rui.
Pero no por ello paro. Ning se está tocando mientras vigila. La vagina de Rui chorrea cuando se corre por segunda vez. ¿Estará excitada por tener a alguien más a quien "enseñar"? Pongo la mano mojada por sus jugos en su boca. La lame mientras sigo embistiéndola. Hasta que la lleno. Ella se deja caer. Sus piernas ya no la sostienen.
La dejo recuperándose y vigilando mientras me follo igual a Ning. Supongo que no lo ha hecho del todo mal con las barreras. Así que la me aseguró de que quede satisfecha. Incluso hago que Rong le succione los pezones. Aunque parece que no es muy hábil. Ning se ha quejado.
–Tendrás que enseñarle– le digo, casi riéndome.
–¡Ah!. Sí, Amo. ¡¡¡Aaaaahh!!!
Bien, al final no parece que haya avanzado nada con Rong. Al menos obedece. Las envío de vuelta y llamo a las otras tres. Las hubiera llamado una a una, pero alguien tiene que vigilar.
–¿Qué estabais discutiendo?– les pregunto.
–Luego lo hablamos. Primero tienes que ocuparte de nosotras– me exige Shi.
–Mmmmm. La verdad es que ayer os portasteis muy mal conmigo. Os merecéis un castigo.
Ellas se ríen. Y Liang es la primera en abrazarme y besarme.
–¿Cómo piensas castigarme?– me pregunta sensualmente.
Me la quedo mirando. Ella me mira extrañada.
–¿Pasa algo?
–Pareces más feliz. Más relajada. Estás más guapa.
Ella se sonroja. Oculta su rostro mientras protesta.
–¡Tonto! ¡No tenías que decirlo! Pero… Es cierto. Estar contigo. Con todas. Sin tener que ser una esclava. Es como un sueño– confiesa.
–Yo…
Voy a disculparme otra vez por no haberla traído antes, pero ella me lo impide. Me besa. Apasionadamente.
–Kong ha tocado su fibra sensible– se burla Song.
Shi también ríe. Pero hay mucha empatía en ellas. Lo veo cuando me sonríen, al mirarlas fugazmente. Al final lo hacemos sentados los dos. Con mucho beso. Con mucho abrazo. Hoy no hay castigos ni venganzas. Solo nuestros cuerpos unidos. Nuestras pieles frotándose. Sus pequeños pechos restregándose contra mí. Sus manos en mi espalda. Las mías en la suya. Acariciando sus cicatrices. Alegrándome al saber que irán desapareciendo. Odiando que haya tenido que sufrir tanto.
También con Song y Shi lo hacemos así. Muy íntimo. Unos pechos más grandes. Otros más pequeños. Todos suaves. Todos sensuales. No estoy seguro si me han seducido ellas a mí, o yo a ellas. Pero disfruto de cada momento. Diría que ellas también. Al menos eso dicen sus gemidos y sus besos.
Después llamo a las gemelas. No les cuesta mucho deducir como ha sido hoy. Se burlan un poco de nosotros. Todos nos sonrojamos. Claro que luego les toca a ellas recibir burlas. Al final, todos reímos. He tenido suerte. No se han aliado contra mí. Por ahora.
Luego pasamos a una discusión más seria. El mapa que había en el anillo es de toda la zona. Marca las etapas adecuadas para cada área, aunque es solo orientativo. Las bestias pueden cruzarlas. Lo más importante es que ahora podemos localizar fácilmente diferentes puntos. Como el Barranco de Amatista. Se supone que allí han ido Jia Xu y Bai Xuan. Y allí es donde nos dirigiremos. Si conseguimos llevar a cabo la venganza aquí, no habrá sospechas.
Pero primero, hemos de ver que hacemos con lo que hay en el anillo. La carne la guardo en el almacén. Aunque en el anillo el tiempo transcurre más despacio, en el almacén de la Residencia está totalmente detenido. Incluso puedo ver una gota de sangre suspendida en el aire. Les iré dando los animales a las esclavas para que les quiten la piel y lo troceen. En especial a Ning y Rong. Rui entrena mucho. Me será más útil así.
Luego reviso las armas. En especial las que nunca había tenido. Básicamente, un arco y unas extrañas cuchillas, que se llevan pegadas al puño, como si fueran un extensión de él. Y tampoco son mi arma ideal. Cojo el arco. Incluso pruebo a disparar una flecha. Más que nada por curiosidad. Quizás no estaría mal aprender. Aunque tampoco es lo mío. Veo a Liang suspirar de alivio. Las otras sonríen, cómplices.
–¿Se puede saber que pasa? ¿Liang?
–No… Nada…
Pero está claro que miente. Me la quedo mirando. Se sonroja. Oigo risitas de las otras. Ella está nerviosa.
–¿Liang?– insisto.
–Nada… Bueno… Solo que el arco… Yo…
Entiendo. Me acerco. La abrazo.
–Tonta– le digo antes de besarla –. Si es el arma al que eres afín, haberlo dicho.
–Pero tú no tienes. Y es más importante que…
–Siempre podemos conseguir otra. Me alegra que te preocupes por mí, pero no que me le ocultes– la alabo y reprocho a la vez.
–Vale…
Está mirando hacia el suelo. Le pongo la mano en la barbilla y la hago mirarme. La beso suavemente. Es demasiado dulce. Me sonríe tímidamente. El resto nos están mirando. Los dos nos avergonzamos.
–Cof, cof. Bueno, ¿había algo más interesante en el anillo?– intento cambiar de tema.
Aunque es imposible borrar sus sonrisas y risitas. Creo que nos van a acompañar un rato. Más nos vale no mostrar ninguna debilidad. Nada de sonrojarnos más. Bueno, para Liang es imposible. A mí tampoco me resulta nada fácil.
–Hemos cambiado algunas de nuestras armas por otras mejores. Hay ropas, material para acampar y cocinar que pueden ser útiles. Lo separaremos más tarde para que puedas verlo. También algunas hierbas. Quizás en el futuro nos sirvan. O las podamos vender. Mejor guárdalas en el almacén– explica Song, aún con una odiosa sonrisa complaciente en los labios.
–Bien. Bajemos a ver si queda algo. ¿Quién viene conmigo?
Ya no queda ningún estudiante. Bajamos Shi y yo. El resto se quedan arriba, esperando. He conseguido que se vistieran. Todo un logro. Encontramos sangre. Trozos de tela, muchas ensangrentadas. Un par de cuchillos. Una lanza rota. Varias flechas, algunas rotas. No han dejado ni los huesos. Encontramos otro anillo espacial. Es de menos capacidad. Contiene algunos enseres personales. Un par de píldoras. Poco más. Ni rastro de las hienas.
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Liang se ha quedado revisando los cuadernos. Quiere decidir una técnica para entrenar. Aunque tiene que lidiar también con una tigrecita hiperactiva. Además de practicar con el arco. Con la cría persiguiendo las flechas. Es bastante gracioso. En varias ocasiones, Liang no puede contener la risa.
Song y las hermanas están separando lo que había en el anillo. Liang no las ayuda, pues es mejor mantener a una curiosa felina alejada. Hay varias camas de viaje, sábanas, ropas, estacas, sacos, herramientas para desollar o cocinar, potes, cazuelas… También algunas especias, aceite, y bastante sal. Se usa para conservar la carne. Y algunas provisiones. Incluso unos pocos cuadernos de técnicas básicas, y algún libro. Uno parece un manual de plantas. El otro, ¿una novela? Aún siguen sacando cosas del anillo espacial.
No les puedo prestar mucha atención. Estoy caminando junto a Shi. Atento a cualquier signo de qi. Hablamos en voz baja. Parece animada. Alegre. Pero también alerta. Lleva sus espadas en el cinto. Hemos (han) decidido que me acompañe una cada vez. El resto entrenan. Pero están disponibles por si las necesitamos. Todas están vestidas y con las armas preparadas. Incluso Rui. Rong sigue practicando felaciones con Ning. También tiene orden de practicar la danza. A ver si es menos torpe que las otras dos.
–Liang es increíble con el arco. A mí se me da fatal– comenta Shi.
–Algo se acerca. Nivel cinco o seis. Por allí. Solo uno– la interrumpo.
Ella desenfunda las espadas. Yo cojo una lanza. Le doy otra a Shi. Nos paramos cada uno tras un árbol. Escondidos y esperando. Pronto la vemos. Una hiena. No es una buena noticia. Debe de haber más cerca. Está olisqueando. Lo ideal sería que pasara entre los dos. Así que he dejado un cebo. Un trozo de carne.
La bestia se acerca. Su poder es comparable a alguien en la etapa seis. Se aproxima a la carne. Y entonces me mira. Como si dijera que no va a caer en la trampa. Quizás debería mirar también hacía atrás.
Shi ha dejado la lanza y ataca con las dos espadas. Se siente más cómoda con ellas. Una se clava en el cuerpo. Busca el corazón. La otra en la garganta. La bestia se gira. Mostrando sus dientes. Desangrándose. Malherida. Yo la remato por detrás.
–Me han faltado tres centímetros– se censura Shi, con el rostro serio.
No ha estado muy lejos del corazón. No está mal. Yo solo le he atravesado el estómago. No ha tardado mucho en morir. Guardo el cuerpo en el almacén y nos vamos de allí. No sabemos si hay otras cercas. O si habrán oído algo. Mejor alejarse.
Se escuchan alaridos a lo lejos. ¿Nos habrán descubierto? Corremos. No tiene sentido que nos cansemos los dos. La envío a la Residencia. Veo como habla con las otras. Están todas en alerta. Liang parece un tanto decepcionada. Quizás sea por que, si pasa algo, no podrá ayudar. Su nivel es muy bajo.
No paro de correr. Rodeando la zona donde supongo que están las hienas. Por ahora, no detecto nada. Quizás ha sido una falsa alarma. O las estoy dejado atrás. Como sea, no me detengo. Por si acaso.