–¿Qué le has hecho a Shi? Lleva toda la mañana sonriendo– me interroga Song.
–No sé de qué me hablas– respondo, mirando hacia otro lado.
Shi se ha sonrojado ligeramente. Song sabe que ocultamos algo. Supongo que tendré que llamarla también a ella y besarla. De hecho, eso mismo me recomienda Shi. Que lo haga con todas de vez en cuando. La verdad es que más de una vez he estado tentado. No ha sido hasta hoy que no he podido superar la tentación.
Se ríen cuando les cuente el asunto con Yawen. Aunque alguna insinúa que también quiere. Todas se miran. Sé que eso significa que están planeando algo. No vale la pena preguntar. No me lo dirán.
Por otra parte, aunque lejos de ser perfecto, la cultivación de Cuerpo Yin Yang va mejorando ostensiblemente. Shi incluso va mejor. En mi defensa, ella tiene más tiempo para practicar. Por ahora, aún no puedo imbuir un músculo completo. Pero si lo he conseguido en partes. Cada vez más grandes.
Lo cierto es que no se nota mucho. Aunque es normal, debe de hacerse muchas veces. Refinarse el cuerpo una y otra vez. Por ahora, aún estoy en proceso de dominar la técnica.
El resto de las chicas también están empezando a practicarlo. Al menos, las gemelas y Song. A Rui también le he ordenado que empiece a echarle un vistazo. No sé si debería decírselo a Bronceada. Quizás más adelante.
Hemos estado discutiendo qué más podemos hacer para ganar puntos u oro. La más fácil parece ser comprar una esclava en lactancia. Debería poder subirla de nivel, y entonces vender su leche materna. Ya lo habíamos discutido antes, pero ahora tenemos oro. No debería costar más de 100 comprar una esclava sin cultivación.
Las gemelas nos miran raro. También Ma Lang. Les extraña que hablemos así de esclavos, habiéndolo sido. No sé qué ven de raro. Es así como son las cosas. Los esclavos se compran y venden. Aunque nos aseguraremos de tratarla bien.
No obstante, por ahora esperaremos. Es mejor ir a la feria mensual. Hay más gente, por lo que es más fácil pasar desapercibido. También más esclavos. Será más fácil encontrar una esclava adecuada.
Wan no se ha extrañado. No está. Como otras veces, está ocupada. La hemos dejado estar. Está mezclando algo. No sé el qué. Ya le preguntaré. Más bien, me lo dirá ella sin que pregunte.
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–Se te marca mucho el culo. Seguro que muchos deseaban tocártelo. Así– le digo a Guo Hai mientras me acerco.
Por una vez, no está desnuda. Le he hecho ponerse su vestido. Aunque sin ropa interior. Sobre este, le toco el culo. Lo estrujo. Ella da un respingo.
–Seguro que soñaban con ponerte contra el mostrador. Con levantar la parte de atrás. Con verte el culo. Con manosearlo– continúo.
La he empujado sobre la mesa. Su cuerpo encorvado sobre esta. De cara a ella. Sus pies en el suelo. He levantado como he dicho la parte de atrás del vestido. Está separado en dos. Por los laterales de las piernas está abierto. Su culo es perfectamente visible. Su vagina está mojada.
–Aaahh. Sí. En especial esos viejos. Tenían esa mirada lasciva. ¡Aaaah!– responde ella.
Le he metido un dedo en la vagina. Con la otra mano sigo acariciando su culo. Terso y firme.
–Seguro que deseaban follarte. En esta mismo posición. Así.
Tal y como la digo, la penetro. Es excitante imaginarla en su tienda. Siendo dominada por mí. Como lo es ahora.
Aumento un poco más sus pechos. Y sigo arreglando sus meridianos. Aún les falta mucho. No sabía que forzar la cultivación podía tener ese efecto. Incluso su mar de qi es más pequeño de lo que debiera. Bueno, tampoco es un problema. Lo voy forzando poco a poco. Mientras la penetro. Mientras disfruto de su cuerpo sumiso.
Después de follarla, me la quedo mirando un rato. Sobre la mesa. Su culo visible. Su vagina llena. Ella jadeando.
Inspirado en ella, hago a las otras esclavas vestirse con ropa de estudiante. También me traigo a Rong, aunque no le toque. La ropa le va justa, sobre todo en su culo y pecho. El aumento de tamaño es evidente. La hace más erótica.
Me las follo de cara, de espaldas, a cuatro patas, contra la pared. No puedo dejar de imaginarme a las estudiantes que estos días me han mirado con desprecio. Señalando y poniendo cara de asco. Me imagino que me las follo a ellas. Que las violo.
Me paro un momento después de correrme en Ning. No puedo dejarme llevar así. Es un pensamiento muy peligroso. No me puedo dejar dominar. Aun así, aún queda Bronceada. Así que me acabo de desahogar con ella.
La pongo a cuatro patas. Agarro sus tobillos. Los alzo a la altura de su culo. Sus rodillas en el suelo. Los uso como apoyo para golpear con fuerza. Para conquistar su interior. Para llevarla a un fuerte orgasmo tras otro. Para dejarla también jadeando.
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Llamo a Liang. Me han señalado que sea solo ella. Me la quedo mirando.
–¿Qué estáis tramando?– le pregunto acusadoramente.
–Nada… Bueno, nada que tenga que preocuparte– ríe ella.
–Te está volviendo crecer– acerco mi mano y le acaricio el pelo con suavidad.
Ella sonríe y se sienta sobre mí.
–He ganado y soy la primera. Después viene Yi, Wan, Song, Shi, Lang y Yu. Una a una. En ese orden. Mímanos mucho.
Tras decir esas palabras me besa. Sus labios no me liberan en un buen rato. Sus manos me acarician con pasión. Las mías pronto la corresponden.
Las acabo follando a todas, una a una. Con muchos mimos como me han pedido. Recreándome despacio en su piel. En sus pechos. En sus piernas. En sus culos. En cada parte de su anatomía. En cada rincón. Aunque también me miman a mí. También se aprovechan de mí.
Estoy más rato de lo normal con cada una. Es una pena que no pueda dedicarles incluso más.
Querría no dejar de acariciar su piel. Su cabello. De estrujar su culo. Sus pechos. Sus labios. De estar dentro de ellas. De hablar con ellas. De reír con ellas. De abrazarlas. Aunque es mucho más de lo que tenía antes. No puedo quejarme. Pero me gustaría darles más.
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Han pasado dos días más. A las esclavas, mis antiguas compañeras, las engaño diciéndoles que les doy trozos de píldoras cuando tengo sexo con ellas. El efecto es real, pero las píldoras falsas. Es una buena forma de disimular que las ayudo cuando follamos.
Después de hacer las copias, me paso por el "mercadillo". Echo un vistazo a los bastones que venden. No hay muchos. Aparentemente baratos, pero no estoy muy seguro de la calidad. De todas formas, no iba a comprar, solo a mirar.
Shi y Song también están disfrazadas mirando los puestos. Como yo. Shi como si fuera un hombre. Alguien se acerca a ella. Algo le ofrece. Hay algunos así. No tienen puestos, así que venden directamente. Si los pillan, los echan. Puede incluso que se ganen una paliza si no es la primera vez. Ella mira algo que le enseña. Luego niega con la cabeza.
Le compro algunas plantas a Gan Ren. A Bai Wan le gusta su mercancía. Dice que cumple lo que dice. Además, podemos comprar con oro. Tenemos bastante tras la venta de las salamandras.
Aunque voy diferente a la última vez, ella me reconoce. Me regala una par de plantas que ya no puede vender. Pero que aún pueden servirle a un alquimista. Sobre todo, para practicar. Supongo que quiere asegurarse que siga volviendo.
Incluso me asegura que puedo devolver los productos que puedan salir mal. La verdad es que es refrescante tratar con ella. No intenta estafarte. Ni regatear. Los precios son justos. No engaña con la calidad. Y es agradable. Quizás algunos prefieran intentar cazar gangas en otros puestos. A mí me va bien la seguridad con ella.
Luego volvemos. A ellas las envío dentro. Yo voy al pabellón de las armas. Tengo que comprar un bastón decente. A diferencia del mercadillo, la secta los garantiza.
Sé que muchos han sido estafados en el mercadillo. O han obtenido algo de una calidad que no era la esperada. También hay quien ha obtenido gangas. Claro que nosotros somos incapaces de distinguir entre una ganga y una estafa. Así que vamos a lo seguro.
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–¿Arma?– pregunta quien atiende la entrada.
Es una mujer de apariencia anciana. Parecía dormida. Ha levantado la cabeza en cuanto he aparecido
–Bastón.
–¿Reino?
–Alma.
–Deja un millón de puntos de contribución como depósito. Si sales sin un arma, se te devolverán.
Asiento. Ya sé que funciona así. Es la forma de asegurarse de que la gente no entre por entrar. Que al menos tenga los puntos.
Pongo la tarjeta sobre un panel y acepto que se lleve los puntos. Me dan ganas de llorar. Me ha costado mucho reunirlos. Aunque ahora los puedo acumular mucho más rápido. En unos siete días. Fen Huan me miró algo deprimida cuando se lo dije. A ella le costó mucho lograr reunir los puntos con los que compró a Pen.
–¿Es la primera vez?– me pregunta.
–Sí.
–Bien. Ves a la sala 17. Coge el que sientas más próximo. No te preocupes por nada más.
Asiento de nuevo. Hago una leve reverencia. Entro.
No puedo evitar ojear las salas contiguas. La de espadas es inmensa. Me gustaría traer a las chicas. Lástima que es imposible.
Tardo un rato en llegar a la sala 17. Es igual de grande que las otras, pero bastante más vacía. Se nota que es un arma mucho menos popular.
Entro y miro uno a uno los bastones. Todos son para el reino de Alma. Los de reino superiores están en los pisos de arriba. Para Génesis, solo proporcionan armas básicas de entrenamiento.
Son de distintos materiales y colores. Incluso de distinto tamaño. Al final, es uno completamente negro el que más me atrae. Es una sensación curiosa. Pero hay algo que no encaja. No lo entiendo muy bien, pero me siento más cercano al bastón que ya tengo. La rama que recogí. La que las chicas arreglaron un poco. Es extraño.
Cojo el bastón. Es robusto. Circula bien el qi, pero no tanto como el otro. Eso es aún más raro. Decido salir y preguntarle a la anciana.
–Veo que has elegido bastón. Puede irte, es tuyo– me dice en cuanto aparezco, sin mirarme.
–Esto… Hay algo que me gustaría preguntar. Sé que es extraño, pero tengo un bastón que me resulta más cercano. Y el qi funciona mejor. Pero es solo una rama que arreglé un poco. No lo entiendo– le pregunto.
Ella me mira. Soy incapaz de discernir que implica esa mirada. Aunque siento como si me atravesara. Como si pudiera ver a través de mí.
–A ver, déjame ver ese bastón– consiente al final, con un tono más bien resignado.
Saco el bastón y se lo doy. Lo había puesto en un anillo de carga, por si acaso. Ella alza una ceja antes de cogerlo. De examinarlo. Incluso lo prueba con qi.
–Has dicho que circulaba el qi mejor, pero no circula nada. ¿Te estás riendo de mí?– me pregunta con el ceño fruncido.
–¡Claro que no! ¡De verdad que es así!– le aseguro, sorprendido.
Me mira con incredulidad. No me cree. No es bueno. No sé cuál es su posición en la secta o su cultivación, pero es alta. Por lo menos, alta comparado con un mero estudiante en alma. Si se irrita conmigo, podría estar en problemas. Para mi sorpresa, me pasa el bastón.
–A ver, circula ese qi– me ordena algo sarcásticamente.
Eso hago. Como siempre. ¿Igual no es eso a lo que se refiere? ¿Lo hago mal? La miro a los ojos. Una vez más, no puedo descifrar esa mirada.
–Vuelve a hacerlo. No pares hasta que te lo diga– dice de nuevo.
Su tono es ahora más serio. E imponente. Ni me planteo no obedecerle. Me pongo a circular el qi. Se siente natural. Más que con el bastón nuevo. De hecho, más natural que al principio de tenerlo. Supongo que me he ido acostumbrando. Ella me está observando fijamente.
–Para. Sígueme.
Me lleva a una sala. Hay varias formaciones alrededor de ella. No tengo ni idea para qué sirve o cuán poderosas son. Espero que no quiera hacerme nada.
–¿Cómo te llamas?
–Kong.
–¿Solo Kong? ¿Y el apellido?– me interroga con cierto tono de irritación.
Supongo que piensa que no he querido decírselo. Mejor aclarar la confusión.
–Era un esclavo hasta hace poco. Los esclavos no tenemos apellidos– le explico.
–¡Oh! ¿Eres ese esclavo? Vaya, vaya, esto es en realidad curioso. El destino es realmente caprichoso.
Me la quedo mirando. Por primera vez, parece divertida, además de sorprendida. Incluso ha sonreído por un momento. Luego su rostro toma de nuevo un semblante serio.
–No vuelvas sacar ese bastón delante de otra gente. Úsalo siempre que puedas para entrenar, si estás solo. Asegúrate de circular qi por él. Al menos, siempre que sientas que su nivel es menor al tuyo. Si tienes que luchar, usa el que acabas de comprar. Es curioso. Empezaste como un esclavo y ahora… Tu destino no estaba escrito por tu nacimiento.
Su tono es solemne. Incluso diría que hay algo de admiración. La verdad es que no entiendo nada.
–¿Qué pasa con este bastón? ¿Qué tiene de especial? Era solo una rama– le pregunto.
Ella vuelve a sonreír.
–Era una rama, ya no. Has tenido mucha suerte. O más bien, ha sido el destino. Pero la suerte y el destino tienen dos caras También pueden traer la ruina.
Me la quedo mirando. Esperando la explicación que supongo que viene ahora. Temiéndola.