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48.36% Cultivación prohibida (+18) / Chapter 118: Cita esperada

Kapitel 118: Cita esperada

–¡Kong! ¡Has llegado pronto!– exclama un tanto sorprendida.

Da la sensación de que quería abrazarme. Se ha contenido. Mira a la otra esclava.

–Gracias Meixiu.

–Es mi trabajo. Que lo disfrutes– nos guiña un ojo antes de irse.

Sai me coge de las manos. Me arrastra dentro. Cierra la puerta. Se tira a mis brazos. Me rodea con los suyos. La abrazo. Nos damos un largo y húmedo beso. Mis manos en su espalda al principio. Una sube. La otra baja hasta sus nalgas. Ella me mira.

–No te esperaba tan pronto– me dice sonriendo.

–No quería hacerte esperar. Te echaba de menos

Ella se sonroja ligeramente. Sonríe más. Me coge de la mano y me lleva hasta la cama. Me hace sentarme en ella, a su lado.

–Déjame explicarte. Es sencillo. Tenemos que tener sexo. Cada vez que te corras, tengo que estar un rato absorbiendo el Yang. Lo mezclo con el Yin. Luego lo iré refinando y absorbiendo durante las próximas semanas– empieza.

–Entonces solo es sexo. Parece fácil. E interesante– le digo sugerente, acercándome a ella.

Le meto la lengua por la oreja. Mi mano acaricia su muslo con suavidad. Provocándola.

–¡Aaah! Espera un momento…– me pide en un murmullo.

Paro. Me la quedo mirando. Muy cerca. Mi mano está quieta, aunque sigue en su muslo. Bajo su falda.

–Dime– le susurro en la oreja.

–Tonto… Déjame acabar… Con el método que he cultivado, absorberé mucho de tu Yang. Si no es suficiente con la ayuda del fruto, acabarás muy cansado. No te sobresfuerces. ¿Prometido? Si no puedes más, lo dejaremos ahí.

–Prometido– aseguro –. ¿Alguna cosa más?

–Sí. No te pases. Necesito poder cultivar entre sexo y sexo–me suplica reticente y excitada.

–Lo intentaré. Pero no puedo prometerlo. Te he echado mucho de menos– le respondo sugerente.

–Tonto…– se queja, mientras me mira con ojos llenos de pasión –. Eso es todo.

Sus palabras me dicen indirectamente que puedo continuar. Vuelvo a jugar con su oreja. Mi mano vuelve a moverse por su muslo. Hacia arriba. La otra baja por su espalda.

Ella se gira. Sus labios buscan los míos. Ansiosos. Hambrientos. Nos devoramos mutuamente. Caemos sobre la cama. Nuestros cuerpos pegados.

Le subo la falda. Exponiendo sus bragas. Ella me abre mi túnica. Sus manos acarician mi estómago. Recorren los músculos de mi pecho. Luego vuelve a mi túnica. La tira para atrás con fuerza. Casi con desesperación. Obligándome a sacar los brazos de las mangas. Desnudándome la parte superior.

Me mira desafiante. Sonrió. Hago lo mismo que ella. Abriendo la suya. Acariciando su estómago con las manos. Subiendo hasta sus pechos. Llegando hasta su sujetador. Es la primera vez que le veo uno.

Paso las manos por la espalda. Lo abro con facilidad. Tengo algo de práctica. Ella parece sorprenderse un poco. Aunque me deja hacer. Gime cuanto estrujo sus pechos recién liberados. Cuando pincho sus pezones. Cuando acaricio con qi su aureola.

No tarda en contratacar. En liberar la parte inferior de mi cuerpo. Con una mano coge y acaricia mi miembro. La otra se sujeta en mi hombro. Sus labios vuelven a buscar los míos. Los encuentran. Los atacan sin piedad.

Mi mano llega a su entrepierna. No le acabo de quitar la túnica. Pero sí le quito las bragas. Hacen juego con el sujetador. Son bastante sexys. Aunque no tan atrevidos como los modelos de Bei Liu y Bi Lang. Claro que eso sería difícil.

Jugueteo con su entrepierna. Con su pecho. Ella también juega conmigo. Mientras nuestras lenguas se entrelazan. Mientras ella se va mojando. Mientras mi miembro completa su erección.

Ella se separa. Me mira con deseo. Se deja caer en la cama. Abre las piernas. Sus brazos. Invitándome. Sugerente. Respirando pesadamente.

Me quedo unos instantes mirándola. Apreciando su belleza. Al menos lo es para mí. Luego me inclino hacia ella. Me muevo entre sus piernas. Pongo mi miembro en su entrada. La acaricio con él. Estimulándola. Incitándola.

–¡Aaaahh! ¡Kong, no seas malo! ¡Deja de jugar! ¡Llevo mucho esperand…! ¡¡¡AAAAAAAaaaahhHH!!!

La penetro. Despacio. Salgo y entro poco a poco. Cada vez más profundo. Mientras me inclino hacia ella. Sello sus labios. Estos me reciben apasionados.

Nuestros cuerpos se aprietan el uno contra el otro. Nuestras manos en nuestras espaldas. Acariciándonos con ardor. Mis caderas moviéndose con las suyas. Sincronizadas.

Nuestros orgasmos van acercándose poco a poco. A la vez. No hace falta que la haga correr primero. Tenemos lo que queda de la tarde y toda la noche. Ya tendrá más. Aunque estoy tentado, me ha pedido que no me pase.

Sus movimientos de caderas se aceleran. Pidiéndome más. Yo acelero con ella. Nuestros cuerpos frotándose. Nuestros labios se separan. Nuestros ojos fijos los unos en los otros. Sus ojos marrones son preciosos.

–¡Kong! ¡Sí! ¡¡¡Aaaaaaaahhh!!! ¡Lléname! ¡Dámelo todo! ¡¡¡HHAAAAaaaaahhh!!! ¡Te he echado tanto de menos! ¡¡AAAAAAAAAAaaaaaaahhHHHH!!

No sé muy bien lo que le digo yo. Pero no es muy distinto. Dejo que el placer me invada cuando su vagina convulsiona y me aprieta. Cuanto su orgasmo me provoca. Me corro en ella una y otra vez. Provocando que la llene más de lo normal. Usando más Yang. Como se supone que sucede gracias a los frutos.

Nos quedamos mirándonos un rato. Recuperando el aliento. Sonriéndonos. Luego ella me besa. Se levanta. Se sienta sobre la cama en posición de loto.

–Si quieres comer o beber algo, allí hay una bandeja. Espérame, ¿vale?– me pide, disculpándose.

No es que tenga que sentirse culpable. Ya lo sabía desde le principio. Que tiene que parar para cultivar. Le sonrío.

–Te esperaré lo que haga falta. Por ti, vale la pena esperar– le aseguro.

–Tonto…– murmura, sonrojándose, sonriendo.

Me gusta verla así. Es tan diferente a cuando era una esclava. Quizás aún lo es, aunque no por mucho tiempo. Y no la tratan como tal. Su mirada no miente.

Me acerco a la bandeja. Pruebo unas frutas pequeñas. Son dulces. Una especie de pequeñas galletas ligeramente amargas son el complemento perfecto. Aunque tampoco tengo mucha hambre. No me atrevo a llevármelas todas para las chicas.

Me siento un poco más allá para no molestarla. Está preciosa. Medio desnuda. Con un suave qi irradiando de ella.

Voy llenando mis fibras musculares con Yang. Mi dominio es cada vez mejor. Mañana ya usaré el Yin de algunas de las chicas. Sería ideal usar el de Sai. Tiene mucho. Pero lo necesita ella. Prometí ayudarla, no aprovecharme de ella.

—————

–Ya estoy. Oh… ¿Kong?– me llama indecisa al cabo de un rato.

Supongo que me ha visto concentrado. Practicando algo. No quería interrumpirme.

Abro un ojo. La miro. Sonrío. Ella me la devuelve. Me levanto. Voy hacia ella. Ella se quita del todo la túnica.

–Me la vas a estropear. No tengo mucha ropa, sabes– se queja, seductora.

Yo abrazo su cuerpo desnudo. Recreándome en sus nalgas. Mi pierna entre las suyas. Provocándola. Rozando su zona más sensible.

–¿Cómo quieres hacerlo ahora?– le pregunto mientras le muerdo la oreja.

–¡Aaah! Espera…

Me separo un momento. La miro. Sonríe traviesa. Me empuja contra la cama. Se sube sobre mí. Sus manos sobre mi pecho. La abertura de su vagina frotándose contra mi miembro. Se muerde el labio, lasciva. Mis manos van a sus muslos. Acariciándolos. Dejándola hacer. Esperando. Mirándola fijamente. Añadiendo algo de qi.

Cuando vuelve a estar mojada, me mete en su interior. Su cuerpo relativamente pequeño se mueve arriba y abajo eróticamente. Puedo contemplarlo en todo su esplendor.

–Aaah. ¿Sabes? Eres realmente preciosa– la alabo.

–Aah. Tonto. Aaahh. Si dices eso. Yo… Aaaaah.

No acaba la frase. Va acelerando. Al principio era suave. Delicada. Acaba volviéndose una bestia salvaje. Ansiosa. Lujuriosa. Sus pechos rebotando sin control. Sus gemidos totalmente desbocados. Entre ellos, grita mi nombre. Yo grito el suyo. Hasta que volvemos a corrernos juntos.

Tras un descanso y cultivación, la follo a cuatro patas. Esta vez domino yo. Disfruto de embestirla. De su precioso culo vibrando a cada embestida. De sus gemidos apasionados de nuevo.

Lo hacemos después abrazados. De lado. De pie. Contra la pared. De cara. De espaldas. Sentados. Acostados. Estrujando sus pechos. Su culo. Besándonos. Jugando con cada parte de nuestros cuerpos. Pierdo la cuenta de cuántas veces lo hemos hecho. De cuántas veces la he llenado.

Ahora estamos acostados. Me ha pedido que la abrazara. Ya ha llegado a su límite. No le queda más Yin. Y está agotada. No he podido evitar llevarla al límite cuando me lo ha dicho.

–¿Quieres que me quede?– le pregunto.

–Sí, por favor, solo por esta noche– casi me suplica –. No esperaba que fuera tan bien…

–No me importaría si no fuera solo esta– le sonrió.

Ella me besa de nuevo. Corto. Suave. Luego hunde su cara en mi pecho.

–Gracias, Kong– susurra.

La beso en la frente. No tarda en dormirse. Y yo con ella.

—————

Cuando me despierto sigue entre mis brazos. Acarició con suavidad su cabello castaño. Ella se restriega contra mí. Ya estaba despierta.

–No te muevas. Solo un rato más– me pide.

–No sabía que fueras tan consentida– me río.

–Déjame serlo por una vez– protesta como una niña pequeña.

–Todas las veces que quieras– le aseguro.

No necesita más sexo. Pero eso no significa que no podamos hacerlo. Así que, al cabo de un rato, volvemos de nuevo. Como despedida. Muy despacio. Muy íntimo. Sin prisas. Sin ansiedad. Disfrutando de nuestra compañía. Del contacto de nuestros cuerpos.

La hago correrse un par de veces. Superando la tentación de llenarla en cada una de ellas. Pero no en la tercera. En la que ella me lo pide. Apasionada. Y nos quedamos un rato más abrazados.

–Déjame hacerlo– me pide después.

Aunque cansada, insiste en ayudarme a vestirme. ¿Cómo negarme a esa sonrisa?

–¿No estás dedicando mucho tiempo a esta parte?– la acuso.

–¡Tengo que asegurarme que está bien! ¡Es una parte muy valiosa!– asegura entre risas, mientras juega un poco con mi miembro.

Luego me da un largo beso. No podré volver a verla en un mes o dos. Tiene que refinar el qi acumulado. Y luego generar más Yin. Le prometo que volveré. Después de asegurarle como diez veces que estoy bien. Que no estoy cansado.

Me besa hasta que llaman a la puerta. Es Meixiu de nuevo. La había llamado para que me acompañe.

Sai me despide efusivamente. No cierra la puerta hasta que bajamos por las escaleras.

–Parece que todo ha ido bastante bien– inquiere ella con timidez.

–Oh. ¿Estás interesada en los detalles?– le pregunto divertido.

–¡No, no…!– responde casi en pánico.

Es extraño para ser una esclava. Aunque al parecer, a las esclavas las tratan bastante bien aquí. Incluso duermen en habitaciones individuales. No lujosas, pero limpias. Eso me ha contado Sai.

–Esto… Da Ting me ha pedido que vayas a verla cuando acabes, si te está bien. Solo será un momento. No se lo digas a nadie, ¿vale?– me pide ella.

¿Da Ting? ¿La discípula directa de la líder de la facción? ¿La que me encontré? ¿A la que querían tender una trampa y les avisé? No sé qué querrá, pero no creo que sea nada malo. No deberíamos tener ningún conflicto. Supongo que mejor aceptar.

–De acuerdo. Guíame– respondo.

–Por aquí.

Se desvía. En lugar de seguir bajando, me lleva hasta una habitación. Me hace pasar. Se queda fuera.

No hay cama en la habitación. Tampoco una mesa grande. Algunos sillones alrededor de una mesa pequeña. Varias estanterías con libros. No parecen manuales. Una chica pelirroja bastante mona está sentada en una silla. Lleva dos moños en la cabeza. O como se llamen. Uno a cada lado. Su vestido es elegante. Refinado. Con motivos florales. Igual que sus pendientes y su collar. Sus ojos verdes me miran. Me hace una leve reverencia.

–Gracias por venir, estudiante Kong. ¿Te apetece un té?– me ofrece.

–Claro, gracias.

No tiene sentido rechazarlo. Me siento frente a ella. Me sirve el té y me acerca unas pastas. Bebo un sorbo.

–Está delicioso. Aunque quizás mi paladar no es el más refinado– reconozco.

Ella sonríe. Realmente es una monada. Cuando crezca un poco más, será una preciosidad. Ya está en la ocho de Génesis. Con apenas catorce años. También Puedo percibir un fuerte Yin desde aquí. Lo debe haber acumulado durante años. 

–Quería darte las gracias. Sin tu aviso, podría haber corrido peligro. Podría…

No acaba la frase. Se calla por un instante. Su rostro muestra una leve mueca quizás de terror. Respira hondo. Recupera la compostura. Para su edad, actúa con bastante serenidad. Incluso diría elegancia.

–Sé que no es mucho lo que puedo hacer, pero si hay algo en lo que pueda ayudarte, dímelo. Cualquier cosa. Puedes contactar conmigo a través de Sai o sus hermanas– me ofrece.

Ya veo. Simplemente es agradecida. Me cae bien. Su posición de discípula de la líder es alta. Aun así, no es tan orgullosa como otras. Incluso no ha habido ni rastro de desdén cuando ha mencionado a Sai. Ni hacia mí.

No hay nada que pueda pedirle. Al menos por ahora. ¿O sí? Quizás no es necesario, pero ¿por qué no?

–Sí que hay algo que puedes hacer por mí. ¿Podría cuidar de Sai, An y Dandan? Al menos que no las molesten.

Ella abre la boca. Algo iba a decir, pero se lo ha pensado mejor. Sonríe otra vez. Cuando crezca, esa sonrisa será devastadora. Me hace una reverencia un poco más pronunciada.

–Haré todo lo que pueda por ellas, te lo aseguro– me promete.

No estoy mucho más allí. Hay poco de lo que podamos hablar. Aunque me acabo el té y un par de pastas. No creo que vaya a tener muchas oportunidades. Me hubiera gustado llevármelas todas para las chicas. Otra vez será.

Sí que me ha preguntado cómo está Sai, aunque no los detalles. Ya veo. Por alguna razón, se deben de llevar bien. A pesar de la diferencia de posición. Es alentador.

Luego Meixiu me lleva hasta la salida de la facción. 

–¿He hecho algo para que todos me miren así?– le pregunto en voz baja.

–Solo están celosos– se ríe.

Suspiro, algo preocupado. He visto lo que los celos pueden hacer. He enterrado los cuerpos.


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