—¡Goro! ¡Eres tú!
Wade miró a uno de los pocos miembros sobrevivientes del Ejército de las Cuatro Estaciones y su voz tenía un tono que mostraba su lamento.
Ese día había sufrido heridas graves y prácticamente todo el pequeño equipo de soldados del Ejército de las Cuatro Estaciones había muerto. El único que quedaba era Goro. Como se había desmayado a causa de la explosión, apenas escapó de la muerte.
Al ver a Goro, Wade no pudo evitar pensar en esa escena.
¡Explosión! ¡Figuras! ¡Niebla verde!
Todo había sucedido tan repentinamente que incluso su secretaria, que también era su novia, había muerto en el ataque.
Ahora, probablemente hasta Goro se esté riendo de mí, pensó Wade mientras negaba con la cabeza. Dijo con voz ronca:
—¿Cuál es el problema?
—Mi señor, ¡le traje su desayuno!
Goro colocó una bandeja de plata sobre la mesa en la cual había ensalada de frutas, pan blanco y leche caliente.