Aria no respondió inmediatamente que sí para confirmar la pregunta del comerciante, porque estaba enojada con Swan que aún estaba viva a pesar de que se suponía que debía morir al salir de la puerta del palacio.
No sólo no había muerto aún, sino que también se atrevió a trabajar codo a codo con el Rey Bestia. ¿Acaso esa inválida no sabía cuál era su lugar?—preguntó Aria para sí misma con indignación.
—¿Su Alteza? Usted es en verdad la única Princesa que tiene nuestro país, ¿verdad? —El comerciante repitió su pregunta ya que no había obtenido una respuesta anteriormente, y Aria retomó su amable sonrisa.
—Por supuesto, soy la única —confirmó Aria—. Aunque, para estar segura, ¿realmente fue el Rey Bestia quien dijo eso?
—Sí, Su Alteza. El Rey Bestia parece estar muy orgulloso de su pequeña esposa. Supongo que está destinada a reemplazarla, ¿no es así? Antes escuché ese rumor —dijo el comerciante.