Dacre observaba cómo toda su ciudad era reducida a cenizas, el humo se enroscaba hacia el sombrío cielo de la tarde, tiñendo su brillante luz del sol.
La gente y las bestias gritaban de agonía mientras los guerreros reales aún luchaban contra su atacante, pero la resistencia ya no era un problema. El enemigo alcanzaría el palacio en cualquier momento.
Las puertas del palacio estaban bloqueadas, pero eso tampoco importaba, las derribarían. No había puertas que pudieran resistir tal fuerza.
Sin embargo, el rey solo podía ver cómo todo se desmoronaba. El reino que había construido. El trono que le pertenecía. Su derecho de nacimiento. Su legado.
Khaos ciertamente jugaba bien sus esquemas. Lo había pensado todo durante años, desde que eran pequeños.
Se aseguró de que la línea real del rey quedara completamente cortada. Con la muerte de Xaden, donde no tuvo un hijo y con Dacre que no podía engendrar su propio hijo, se erradicaba efectivamente la línea de sangre real.
Bien jugado…