Yvette no podía estar más confundida. Se apresuró a extender la mano para presionar contra el pecho de Lance.
Quizás su herida se había visto afectada. Los ojos de Lance se oscurecieron mientras fruncía el ceño.
—Deja de moverte. Eso ahora no es una opción —dijo con calma.
El rostro de Yvette estaba tan rojo como una manzana, y se sentía tímida e irritada.
Quería regañarlo, pero temía que Frankie, que estaba fuera de la puerta, la oyera, así que solo pudo bajar la voz y mirarlo fijamente mientras decía —Me has vuelto a maltratar.
No sabía lo encantadora que estaba en ese momento con sus mejillas sonrosadas y su dulce y suave voz.
Lance sintió algo, y sus ojos se volvieron intensos.
Tenía razón. Si no estuviera herido, ya la habría maltratado duro.
Yvette no sabía lo que él estaba pensando. Su mente estaba llena de todo lo que había pasado en el banquete de hoy.
Era un hecho que él la había salvado, pero también era un hecho que la había apartado...