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En su extrema fatiga, la conciencia de Bobby se volvió borrosa y cayó en un sueño profundo. Flotaba como un pedazo de madera a lo largo del río, arrastrado por la corriente. Loki, el pequeño gato ladrón, saltó de su jaula espiritual y se sentó sobre el cuerpo inerte de su dueño para ver qué estaba sucediendo. Observó a Bobby y extendió la mano para tocarle la frente, pero Bobby no reaccionó. Sin embargo, su verdadera fuerza y poder de linaje lo protegían instintivamente. Una bestia demoníaca notó a Bobby y comenzó a acercarse hacia él, pero un aura azul hielo golpeó a la bestia que se acercaba, causando que se congelara y se hundiera en el fondo del río. Loki bostezó antes de desaparecer de nuevo en la jaula espiritual.