Los ojos de Dominik permanecieron fijos en el hombro del lobo. No miraría directamente a su rostro; daría la impresión de que estaba dispuesto a desafiar al animal, y eso no iba a ayudar en la situación.
Manteniendo su control, presionó un botón en su teléfono y lo llevó a su oído.
—Estamos un poco ocupados aquí —gruñó Damien al contestar su teléfono—. ¿Puedo llamarte en unas horas?
—Realmente no puedes —dijo Dominik calmadamente. El lobo blanco continuó mirándolo fijamente, cada uno de sus músculos tensos como si estuviese preparado para saltar en cualquier momento.
—Entonces habla con Lucien; realmente tengo las manos ocupadas ahora —gruñó de nuevo Damien, y Dominik pudo escuchar fácilmente los sonidos de una pelea ocurriendo de fondo.
—Nosotros también —respondió Dominik mientras el lobo comenzaba a gruñir, amenazante hacia el hombre—. Raphael ha perdido el control.