Raphael tamborileaba sus dedos en el volante del SUV que conducía. No podía recordar la última vez que había manejado un coche… debieron haber pasado un par de años —pero era una sensación novedosa.
—¿Estás bien, alfa? —preguntó una de las ejecutoras de su manada. Ella estaba sentada en el asiento del pasajero a su lado, mientras que tres lobos desconocidos estaban sentados detrás de él.
A su lobo le molestaba sobremanera estar en un coche con un montón de hembras, sus olores atacando su nariz. Pero realmente no tenían suficientes vehículos para todos, y mucho menos suficientes conductores.
El coche principal, aquel en el que estaba Damien, era el único que llevaba una hembra que sabía a dónde iba. El resto los seguía detrás como lemmings siendo llevados a su muerte.
—Reina del drama —bufó su lobo. El enorme lobo blanco estaba recostado sobre su estómago, su masiva cabeza sobre sus patas mientras mantenía los ojos cerrados.