Kapitel 25: La mañana siguiente

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Siempre había escuchado la expresión humana —walk of shame—, pero esta era la primera vez que realmente la experimentaba.

Mi ratón había pasado la noche en la mansión de la manada. Raphael la había provisto de numerosas camisas de cada uno de los diferentes chicos y luego la puso en su almohada, al lado de su cabeza.

Y como si eso no fuera suficiente, los otros tres chicos se ubicaron en el suelo para que los cinco durmiéramos todos en la misma habitación.

Sí, la pequeñaja estaba contenta, pero yo definitivamente no.

No estábamos en el punto de nuestra inexistente relación como para que yo anduviera por ahí con sus camisas y bóxers. Lo que significaba que no podía transformarme, y no podía conseguir un teléfono para llamar a Paul.

Probablemente estaba volviéndose loco ahora mismo, sin poder ponerse en contacto conmigo.

Pero mi ratón lo dejó todo de lado, diciéndome que no era más que una preocupación humana y que lo más importante que podía hacer en este momento era fortalecer el vínculo entre nosotras. También intentó chantajearme diciéndome que me dejaría ir a casa si dejaba de usar el neutralizador de olores, pero de ninguna manera estaba dispuesta a hacer eso.

Así que estaba a merced de una ratona de cuatro pulgadas mientras ella vivía la gran vida y sus compañeros la atendían al pie de la letra.

Suertuda perra.

Pero actualmente eran las 4 de la mañana, y todos dentro de la casa estaban durmiendo... excepto la ratón.

—Tenemos que ponernos en marcha. Paul se va a volver loco —refunfuñé a mi animal interior.

Mi ratón resopló ante esa idea. —Estará bien. Solo tienes que explicar lo que pasó. No hay mejor humano que él.

—Tienes razón; no hay mejor humano que él, por eso no quiero que se estrese más de lo necesario —respondí, soltando un bufido propio. Me gustaría señalar que no hay otra criatura ni la mitad de terca que un ratón.

Me estaba volviendo loca.

Pero a menos que estuviera dispuesta a transformarme, lo que no estaba, estaba atascada siguiendo su horario.

—Mira, todos están dormidos. Tú estás completamente despierta y podemos empezar a trabajar en dos horas. Probablemente tardaremos eso en volver a casa de todas formas, así que mejor nos adelantamos y empezamos ahora.

—Si vamos a tardar tanto de todos modos, ¿por qué no esperamos a que alguno de ellos se despierte y nos lleve al trabajo? —dijo mi ratón con una sonrisa maliciosa, sabiendo que estaba ganando el argumento. No hay nada que odie más que caminar por la ciudad como humana y hacerlo como ratón era casi imposible.

—Pero no quiero que descubran quién soy —me quejé en un tono que podría considerarse un lamento, pero me negué a admitirlo.

—Y por eso siempre serás una estúpida humana, no importa lo que los otros humanos te digan —se encogió de hombros mi ratón, claramente aferrándose a su posición. Te complicás las cosas. Encontramos a nuestros compañeros. Nuestros compañeros nos quieren. Ahora nos quedamos en casa y hacemos bebés.

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Un escalofrío de miedo recorrió mi columna vertebral al escuchar sus palabras. Aparte de todo lo de los compañeros, nada de lo que salía de su boca sonaba vagamente atractivo. ¿Quedarme en casa? Puede que no me interesen las operaciones diarias de mis empresas, pero eso no significaba que no estuviera involucrada con ellas.

Tenía miles de mujeres en los refugios dependiendo del dinero que generaba para poder sobrevivir, y eso sin contar a las que tenían hijos con ellas.

Estaba a punto de tener un avance en términos de la droga para el embarazo, y tenía otras diez patentes a punto de entrar en producción para distintos sistemas de alarma, armas de grado militar, mayordomos robóticos e incluso un coche blindado de última generación nunca antes visto.

Mi patrimonio neto probablemente era mayor que toda la manada Silverblood, y estaba a punto de crecer exponencialmente. No había manera de que renunciara a todo simplemente porque había encontrado a alguien... o a algunos.

No. Eso no va a pasar. Tendría hijos cuando fuera el momento adecuado, pero me rehusaba a quedarme en casa y hacer nada más que estar descalza y embarazada en la cocina.

Sintiendo mi enojo ante sus palabras, mi ratón dejó de insistir en el tema.

—¿Podemos quedarnos aquí esta noche y que ellos nos lleven al trabajo mañana? —preguntó mi ratón suavemente—. Luego no me quejaré si nos encierras en el laboratorio por unas semanas para que hagas lo que quieras.

Levanté una ceja ante su promesa. Ella odiaba estar encerrada en el laboratorio.

—Trato —suspiré—. Contenta, mi ratón se enterró de nuevo bajo el montón de ropa que había hecho y se volvió a dormir.

—Lucien se despertó más contento que nunca. Se estiró perezosamente pasando sus brazos sobre su cabeza mientras giraba su cuello para sacarse las tensiones. Finalmente abrió los ojos, notó que no estaba en su habitación.

—¿Qué demonios? —preguntó a su lobo, su cerebro humano tardaba más en despertar que su contraparte lobo.

—En la habitación de Raphael —respondió su lobo, rodando los ojos y estirándose también—. Y antes de que hagas algo tonto como preguntar por qué, encontraste a tu compañera anoche.

Con esas palabras, Lucien se sentó de golpe, tratando de no hacer ruido. Miró alrededor frenéticamente a medida que las telarañas finalmente se disipaban y podía recordar exactamente qué había pasado anoche.

Su atención fue atraída hacia la almohada, donde había un montón masivo de ropa.

Suavemente, para no despertar a nadie, se desplazó alrededor de Dominik y se inclinó sobre la cama, apartando delicadamente la ropa hasta que pudo ver a la criatura más pequeña que había visto jamás.

Sus ojos brillantes se abrieron de par en par cuando él movió la última camisa, y no pudo evitar sonreír.

—Hola, pequeña. ¿Qué tal si te llevo a la cocina y me muestras qué quieres para desayunar? —La ratona asintió frenéticamente y se apresuró a subir por el brazo de Lucien hasta acomodarse justo debajo de su oreja.

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