Julia reconoció inmediatamente a la anciana enojada que tenía delante como a Sephina Ford, la misma mujer que había hecho la vida de su nieta tan difícil. Detrás de ella estaba Jay Ford, el sinvergüenza que se había casado con la mujer que su hijo había amado. Junto a él estaba su amante, Clara Ford, de pie en silencio.
El agarre de Julia en su bastón se tensó. ¿Se atreven a intimidar a mi nieta? Ella caminó hacia adelante con propósito.
Natalie mantuvo la mirada baja, su postura la de alguien que carga con el peso de la culpa. Aún después de ser abofeteada, no replicó, permitiendo que sus lágrimas cayeran como una confesión silenciosa.
El personal del hospital en el área VIP observó en silencio atónito. John, que llegó justo entonces, no esperaba que la anciana golpeara a Natalie otra vez.
—Señorita Natalie... —comenzó él, con preocupación en su voz.